El vino español para mi fue siempre una incógnita. Las estadísticas dicen que es el mayor exportador mundial de vinos (cabeza a cabeza con Italia), pero en el mercado los precios expresan que no llega a la calidad o al prestigio francés. La pregunta es ¿realmente un precio determina la calidad del vino? Desde mi opinión y experiencia puedo asegurar que no. Seguramente si compramos un vino de sesenta euros de la Borgoña no nos va a desilusionar, pero tampoco es garantía de que nos vuele los sentidos. Para evaluar esto, la experiencia siempre debe ser personal, al fin a cabo siempre existen solo dos tipos de vinos: el que nos gusta y el que no. 

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La ruta del Vino de Rueda

LA RUTA

En la ruta que va desde Madrid a La Coruña, los paisajes cambiaban constantemente, como si estuviera hecho a propósito para no aburrirse. Pueblos medievales, casas de campo, el verde infinito de las vides en su total esplendor pocas semanas antes de la vendimia. A veces pienso que vemos tantas pinturas en los museos, pero pocas veces nos sentamos a ver la mayor obra de arte de todas: los paisajes reales.

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Los pueblos de la ruta antes de llegar a Rueda

Esta vez no tenía marcada ninguna bodega. Solamente esperaba que la ruta me lleve hacia la ruta del vino de Rueda, ya que sabía de antemano que pasaríamos por ahí. Me gustaría compartirles un fragmento traducido del blog de Wine Folly, tal vez la voz más autorizada a hablar sobre vinos en la red.

“Nadie va a Rueda. Tus amigos viajeros nunca volverán con historias de Rueda. Es un lugar donde pocos extranjeros se aventurarán, incluso si la región produce algunos de los vinos más asombrosos, junto con una gran cantidad de productos agrícolas exóticos. La región es un mosaico de viñedos en las planicies altas al sur de Valladolid, que alberga una rara uva blanca indígena llamada Verdejo”

Lo comprobamos luego de manejar horas casi sin cruzarnos autos.

PALACIO DE BORNOS

Entre pueblo y pueblo llegamos a Rueda y vimos a nuestra primera bodega a la derecha: BORNOS. Nos llamó la atención por fuera, era muy grande y había varios autos estacionados, así que decidimos entrar. No solo vendían sus productos, sino que también tenían un bar de vinos y productos regionales. 

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La fachada del Palacio de Bornos

Lo primero que me sorprendió fue el precio, mucho vinos que rondaban los 3€, una prueba más de que el precio es relativo. Lo segundo, todos los vinos que degustamos eran fáciles de tomar, jóvenes, sin demasiada complejidad. Las dos cepas que predominaban el salón son las que solemos encontrar por estos pagos: Verdejo (Denominación de Origen Rueda) y Tempranillo (Ribera del Duero). Había por ahí alguna botella de Garnacha utilizada para vino rosado, pero eran la minoría (triste para mi, que amo la Garnacha/Grenache). Catamos varias etiquetas que estaban abiertas y decidimos llevarnos varias botellas para probar. Ninguna desilusionó, la relación precio-calidad fue excelente.

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El interior de la bodega

Cabe destacar que la única cepa que se conoce como autóctona de esta zona y que tiene la Denominación de Origen es la uva Verdejo. Una cepa blanca con aromas a almendra y laurel. Casi todas las bodegas también venden una gran cantidad de botellas de Tempranillo, ya que tenían viñedos en ambas zonas, tanto como en Rueda como en la Ribera del Duero. 

BODEGA YLLERA

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Bodega Yllera

Siguiendo una recomendación de los que trabajaban en la primera bodega llegamos a Bodega Yllera. No había tanta gente, éramos nosotros, los padres de Car con quienes estábamos haciendo ese roadtrip y una pareja más. Había una gran variedad de etiquetas: Rueda, Ribera del Duero y Rioja. Los vinos de este lugar tenían otra complejidad, muchos los hacen añejar más tiempo en roble y algunos tienen más de diez años de guarda. Había cosechas tardías, espumantes y vinos rosados. Los precios, sin llegar a ser caros,  no eran tan económicos, se podían encontrar vinos desde 8€. 

En esta bodega no había degustación, si querías degustar alguno, te vendían la copa. Las compras las hicimos guiándonos solo por las etiquetas y la intuición. La persona que atendía tampoco era muy informativa, así que, finalmente, compramos algunas botellas para tener variedad y seguimos camino a Galicia. Los vinos de esta bodega tampoco defraudaron, la madera estaba presente en la mayoría creando ese famoso aroma terciario que se desprende de airear un vino que ha reposado en barrica.

Llegué a conocer Rueda de casualidad, la idea inicial era manejar directo a Galicia sin escalas, pero Rueda se interpuso en nuestro camino y no me pude resistir. Espero la próxima vez ir con más tiempo para conocer los viñedos por dentro, hacer degustaciones y conocer, finalmente, la Ribera del Duero.