Decidimos creer en los consejos que dicen que, al Taj Mahal, es mejor ir por la mañana. Nos despertamos antes de que saliera el sol y después de una video llamada con mis papas, salimos. Ya era de día, aunque el sol todavía no se veía. Llegamos y compramos las entradas. Cuestan 1000 rupias cada entrada e incluye una botella de agua y unos cobertores de calzado para ingresar al mausoleo.

Al ingresar, lo primero que se ve es la entrada del complejo. Una edificación llamada darwazahecha de una piedra rojiza. Se impone y te obliga a pararte bien de frente, mirarla, tomar aire e ingresar con una sonrisa. No es para menos, le tocó la misión de darle la bienvenida a millones de personas por año, que van hasta ese lugar para ver lo que hay detrás de sus puertas. Cumple esa misión con honores, y a pesar de tener un papel secundario, se lleva las miradas de todos. Queda en miles y miles de recuerdos y fotografías.

entrada taj mahal
Darwaza, la entrada del Taj Mahal

Cruzás el arco de la entrada y ahí lo ves. El mausoleo más famoso del mundo. El inmenso, blanco,  cálido y luminoso Taj Mahal. Que es incluso, más inmenso, blanco, cálido y luminoso de lo que pensaba. Los primeros rayos de sol pegaban directamente en su cúpula y a pesar de la niebla de la mañana, brillaba.

Siempre pienso en cuánto nos sorprenden las maravillas de la naturaleza. Pienso en las que conozco, y en las que me gustaría conocer.  Pero no por eso, dejo de admirar o dejo de sorprenderme con las maravillas creadas por el hombre. Conocí unas cuantas que podría encasillar en esta categoría. Todas me sorprendieron y me emocionaron, cada una por una razón diferente. Sorpresa y emoción diferentes a las que me provoca la naturaleza, pero puedo asegurar que tienen la misma intensidad.

 

Sobre el Taj Mahal

Taj mahal gente
Taj Mahal a primera vista

Un día, un príncipe y una princesa se conocieron en un bazar, se enamoraron y se casaron. No, no es un cuento para niños. Así empezó la historia de amor que años después, dejaría como recuerdo, al majestuoso Taj Mahal. Mumtaz Mahal, la esposa del emperador musulmán Shah Jahan, falleció dando a luz a su décimo cuarto hijo. Desconsolado, Shah Jahan quiso honrar a su amada Mumtaz utilizando gran parte de las riquezas del imperio, si no todas, en la construcción del mausoleo. Hoy, dentro del Taj Mahal, se encuentran los restos de ambos. En el centro los de Mumtaz y a su derecha los del emperador. El nombre del mausoleo significa “Corona del Palacio”, aunque muchos lo consideran la abreviatura del nombre de Mumtaz Mahal.

Muy resumida, esa es una de las historias de amor más populares del mundo. Uno de los primeros pensamientos que tuve al estar ahí fue en las cosas que es capaz de hacer el hombre, impulsado por amor. ¿Qué tan lejos pueden ir sus sentimientos y su imaginación, para lograr semejantes creaciones? El Taj Mahal es mucho más que un lugar turístico. Es un símbolo, resultado de esa gran historia de amor. Estar ahí y pensar en la razón de ser de ese lugar, no puede más que generar una enorme emoción.

Tomamos cientos de fotos, no podíamos parar de mirarlo fijo y de tratar que las fotos reflejaran un poco lo que nuestros ojos estaban viendo. Después de ese primer asombro y de esos primeros minutos de enamoramiento, seguimos ingresando lentamente. Cada metro que avanzábamos nos pedía parar. Cuando cambia la distancia, la vista es diferente y se le encuentra detalles nuevos. A medida que avanzábamos por el largo camino que separa a la entrada principal del mausoleo, la niebla iba desapareciendo y la cúpula brillaba más y más. No parecía el reflejo del sol, parecía tener luz propia.

Llegamos a la mitad del camino, donde hay una plataforma de mármol. Allí es donde el espejo de agua y las flores que forman el boulevard que da camino a la entrada, hacen una pausa. En esa plataforma es donde todos se paran para llevarse su foto perfecta. Por supuesto, también hicimos lo nuestro, sacamos algunas fotos y nos sentamos un buen rato en el mármol blanco a observar. Ya no observábamos tanto el Taj Mahal, sino también, cómo es una mañana repleta de visitas.

jardines taj mahal
La imagen desde el Taj Mahal

El detrás de escena

Una de las cosas más difícil de definir cuando uno prepara un viaje largo o a un destino que no conoce, es qué ropa llevar. Si bien nosotros no tenemos definido el 100% de los destinos de nuestro viaje, sabíamos que durante los primeros meses estaríamos en climas más bien cálidos. A partir de eso armamos nuestras mochilas.

Con el tiempo nos dimos cuenta que traíamos con nosotros muchas cosas demás.  Debo reconocer que somos un desastre en ese sentido, pero lo fuimos mejorando. A pesar de que no nos considero un ejemplo, se ve en las fotos que nuestra vestimenta se repite una y otra vez. Algunas prendas, varios días seguidos, hasta que conseguimos lavarlas. Aunque nos encanta la fotografía, que las fotos salgan lindas y salir bien en ellas, siempre priorizamos nuestra comodidad. Nunca nos vestimos pensando en las fotos.

Con el avance de la tecnología, cada vez más personas deciden qué ropa llevar a sus viajes pensando en las fotos que compartirán en sus redes sociales. No lo comparto, pero no soy quien para juzgarlo. También es verdad que una cosa es armar una valija para unas vacaciones de quince días o un mes en un solo destino, que armar una mochila que sea funcional para varios destinos, varios climas y ocasiones diversas.

Sin embargo, hay algo muy importante que no debemos olvidar. Viajemos por unas vacaciones cortas, largas, por un viaje largo o de por vida, SIEMPRE debemos respetar el lugar que visitamos. Debemos investigar acerca de sus costumbres, su cultura, sus creencias, sus religiones.

Taj Mahal
Taj Mahal

Estamos acostumbrados a ver gente que posa durante horas para la foto de Instagram. Por todos lados, se ven fotos de mujeres con hermosos vestidos en la torre Eiffel, en el Coliseo Romano o en las playas de Tailandia. Pero ese día, en el Taj Mahal, no podíamos creer lo que estábamos presenciando.

Mientras disfrutábamos de estar sentados en el bloque de mármol blanco más pisoteado del mundo, llegaban tres chicas. Las tres chicas estaban con vestidos y estuvieron unos minutos tomándose algunas fotos. Paradas, sentadas, levantándose el vestido y mostrando una pierna (una de ellas). Cuando terminaron y estaban listas para seguir camino, una de ellas dice “bueno ya está, la foto con el Taj Mahal ya la tenemos”. Reconozco que algo dentro mío se retorció al escuchar esa frase, pero entiendo que cada uno viaja con objetivos diferentes. Pero hubo algo que realmente me molestó y hasta por un segundo pensé en acercarme y hablar con ella. Ver cómo era el vestido que llevaba puesto esa misma chica me generó un sentimiento de rechazo y vergüenza.

Insisto, para mí, el respeto a los lugares que visitamos y a su gente es muy importante. El Taj Mahal, antes de ser uno de los lugares más famosos del mundo, es un mausoleo musulmán. Allí descansan los restos de dos personas. Por otro lado, en el predio podemos encontrar una mezquita. Lo que lo convierte en un lugar aún más sagrado para las personas que practican dicha religión.

¿A ustedes les parece que una persona puede ir con un vestido rojo, apretado, sin mangas, con apenas unas tiritas que lo sostienen y a través del cual se puede notar la diminuta ropa interior de la persona que lo lleva? Era un vestido muy lindo, que le quedaba hermoso a la persona que lo llevaba puesto. Si yo fuera ella, lo usaría todos los días. Salvo, el día que decido visitar un lugar donde descansan los restos de alguna persona. Salvo, los días que dure mi viaje por India.

La chica era argentina, lo cual es un dato menor, porque podría haber sido de cualquier otro lugar. El hecho de que sea argentina, fue lo que me hizo pensar en hablarle, por supuesto, con respeto y educación. Por un momento sentí que, si me acercaba a hablarle, la ayudaría. Pero no lo hice, no reaccioné. Solo pude escucharla desde que llegó, hasta que se fue. Mi descargo fue escribir en mi diario de viaje unas cuantas páginas de reflexión, unos días después del hecho.

Tampoco pensaba contar esta anécdota en un post. Sin embargo, yo quiero hacer de este blog, mi bitácora de experiencias, de sentimientos, de momentos que vivo a lo largo de nuestros viajes. Y esta anécdota, es parte de esas experiencias, es algo que viví y que me produjo un sentimiento. Pienso que alguien que no conoce la historia del Taj Mahal y lee este post, quizás ahora, tenga mayor consideración al elegir su vestimenta.

 

Fin de la visita

taj mahal de cerca
Su mejor perfil

Cuatro horas estuvimos dentro del predio del Taj Mahal. Admirando su belleza, recorriendo sus jardines, visitando su museo, ingresando al mausoleo, tomando fotos. Durante esas cuatro horas, también vi mujeres emocionadas hasta las lágrimas, parejas acarameladas y personas de todas las nacionalidades.

Cuando nos fuimos, la entrada ya estaba completamente colapsada de gente. A penas llegamos a identificar entre la multitud, al matrimonio de abuelos franceses que conocimos en Bikaner y que, más tarde, también encontramos en Jodhpur. Salimos de allí con una sonrisa, muchas fotos, una anécdota un poco indignante y con una invitación para pasar unos días en la casa de los que ahora, eran nuestros abuelos postizos franceses.

Se acercaba el mediodía, y todavía no habíamos desayunado. Así que fuimos en busca de algo para comer y de los primeros lassis de nuestras vidas. Esos que serán por siempre nuestros preferidos.