Siempre amé las capitales o las grandes ciudades a pesar de ese tumulto constante que cansa todos los sentidos en un rato. Nunca fue una gran incógnita por qué, me gusta su energía y eso de tener siempre algo que hacer, eso que nunca te deja aburrirte. Cuando me dicen la palabra capital, lo primero que me viene a la mente son ciudades como Paris o Londres, que a pesar de mantener partes antiguas, tienen grande rasgos de modernidad en su infraestructura. Pero Roma, Roma es otra cosa completamente diferente. Roma es un museo al aire libre, es una delicatessen para los ojos, son miles de estructuras talladas a mano en cada esquina, en cada rincón. Roma son miles de monumentos distribuidos en una sola ciudad, son uno o más barrios antiguos, es caos, es antigüedad, es la cuna de la humanidad como la conocemos, es dónde un imperio se levantó como ninguno y también cayó fuerte como ningún otro en la historia. 

Cada parte de Roma me inspira de manera diferente, cada parte me recuerda todo lo que vivió esa ciudad a lo largo de la historia.

Camino por Trastevere y esos colores pasteles y cálidos me invitan a perderme entre sus calles, por la mañana muy poco transitadas y por las noches que no cabe un alfiler. Tras los arboles, caminando por el Parque del Colle Oppio, se asoma el coliseo, mi respuesta ante semejante emoción visual es quedarme quieto, apreciando tal artística como cruel obra. El monumento Altare della Patria me parece un derroche, pero que lindo derroche. Las plazas, como Navona o Barberini, esbozan sus esculturas permitiéndome disfrutar de forma gratuita de uno de mis artes preferidas. Hay sentimientos negativos, como cuando llegas a la Fontana Di Trevi y ves cientos de personas en un espacio ínfimo por una foto con la fuente, que es hermosa, pero que la multitud le quita muchísimo su belleza.

Podría estar horas enumerando las cosas de Roma, pero hablando tanto de arte, me dio muchas ganas de que ustedes disfruten del mío, el resto de Roma está plasmado en estas fotos, espero que lo disfruten.