blog de viajes
Escribir cuando necesite hacerlo, donde sea.

Hay textos que cuestan y hay textos que me resultan necesarios. Hay algunos que son terapias que quedan en mí, y hay otros que necesito compartir. No porque crea que tengo una verdad para contar, sino porque me nace compartirlo. 

Es domingo a la noche. Estoy en Sicilia, en Trapani, en nuestra casa del momento. Tincho salió a tomar algo con amigos que nos hicimos hace unos días y que rápidamente se transformaron en familia (eso que suele pasar en los viajes). Yo me quedé, necesitaba hacer esto, ESCRIBIR.

Hace ya un tiempo, que esta página y su razón de ser, están en el foco de mis pensamientos. En algún momento, mi deseo de volcar en este espacio todo lo que me fuera sucediendo a lo largo del camino, se transformó en dudas e inseguridades en relación a la escritura y al hecho de compartir. 

Convencí a Martin de que creáramos este blog para que compartamos nuestras experiencias de viaje. Me corrijo. Creamos este blog para compartir las experiencias que tenemos mientras estamos de viaje. Lo escribo y me lo repito a mí misma. Necesito repetirlo un par de veces para volver a esa esencia. La de querer compartir sin importar lo que “garpe”. Siempre sentí que, entre los dos, podíamos hacer de esta página, un lugar con reflexiones, contenido interesante y con fotos hermosas. Pero honestamente, la parte de las palabras era la que más me ilusionaba. 

Hasta el momento, las cosas no se vienen dando de la manera que esperaba.

Lo reconozco: haber creado una cuenta de Instagram antes de lanzar el blog hizo que el blog pierda su esencia incluso antes de salir a la luz. La cuenta de Instagram moldeó al blog sin que nos hayamos dado cuenta. No culpo a la red social del momento, pero hoy, veo que la página que imaginé durante mucho tiempo no es ni cerca lo que esperaba, lo que quería, lo que me gustaría (no hablo del diseño). 

No voy a despotricar contra Instragam, sería hipócrita de mi parte cargarle la responsabilidad. Tengo en claro que la responsabilidad es mía. Es momento de decir, de reconocer, que caí en las redes de la atractiva y tentadora red social. Que lo que empezó como un medio para compartir con seres queridos y conocidos nuestros viajes, se convirtió en un lugar donde invierto mucho más tiempo del que esperaba. Yo, que lo que quería era compartir en palabras, termine preocupándome por la imagen, por la cantidad de gente a la que le gustaban nuestras fotos, el paisaje, la vestimenta, o los colores. Yo, que lo que quería era tener un espacio más donde escribir pequeños relatos, terminé dedicándole minutos de mi vida a la cantidad de seguidores que sumábamos.

La cuenta de Instagram sería para nosotros, lo que nos evitaría mandar mil fotos por grupos de Whatsapp. Luego mutó y se convirtió en un fin en sí mismo, pero sin demasiado fin (¿me explico?). Agradezco su utilidad, claro, y la gran fuente de información que es. No me olvido tampoco, que gracias a esa cuenta tuvimos la oportunidad de conocer gente maravillosa. Sin embargo, en cuanto a mi objetivo de escritura, me sacó de foco. 

Stop Marruecos
Frenar, tomarnos un tiempo para re-conectar con aquello que deseamos.

Me formé para comunicar, y acá me veo. Se ve que me quedó tan grabado, que me repitieron tanto y aprendí tan bien sobre la importancia de la planificación, que me la paso planificando qué subir y qué no. Qué escribir y qué no, qué compartir y qué guardarme para mí. Me repitieron tanto la importancia de las formas y de elegir cada palabra, que me quedó grabado eso, más que mis ganas de compartir las experiencias sin demasiado preámbulo y sin demasiadas complicaciones. 

De golpe, esos posts de información útil y datos prácticos que iban a ser un plus de la página, predominan. Y aunque sé que son realmente útiles y que responden a muchas de las preguntas que recibimos día a día, lo que deseo ahora, es poder compartir más de esto, de lo que siento.

Me veo habiendo dejado de lado lo que me latía el corazón hacer. No por nada, claro. Años de estudios universitarios se encuentran arraigados a mis ideas, a mis pensamientos y a mis dedos que, pareciera, hay cosas que no me dejan tipear. 

¿Qué esperaba? Esto. Escribir lo que la necesidad del momento me dicte. Poder escribir en viaje y no necesariamente del viaje. Escribir sobre lo que sucede en el camino, en mi alrededor o muy dentro mío. 

Le dedique tantas horas a pensar qué contenido compartir (que sea diferente, original e innovador); que de golpe pasan días, semanas y meses sin que comparta nada. Al mismo tiempo, mis diarios de viaje se van quedando sin hojas. Porque, en definitiva, escribir escribo, eso es lo que hago. No me faltan experiencias ni sentimientos. Lo que me falta es convencerme a mí misma de que lo que quiera compartir va a estar bien, solo si es realmente lo que quiero compartir.

Hoy quiero escribir, sin más. Esto no quiere decir que, de ahora en adelante, esto se convertirá en mi diario íntimo. No es lo que va a suceder. Tampoco voy a dejar de darle importancia a la redacción y a las faltas de ortografía. Lo que necesito es apretar el botón publicar sin darle tanta vuelta. Dejar de buscar excusas.

Si intento buscarle razones a este post, quizás sea por mi próximo cambio de década, o por la pequeña crisis vocacional que vengo transitando hace un tiempo. A lo mejor, es porque ya llevamos tanto tiempo de viaje, que el movimiento se convirtió en normalidad y me pide que avance con los proyectos que dejé en stand by. A decir verdad, creo que la respuesta es más simple. Sentí la necesidad de escribir sobre mis deseos para esta página, como cuando uno quiere decir los deseos en voz alta para que se cumplan. A lo mejor, para convencerme a mí misma de que en todos esos diarios de viaje que guardo, hay cientos de post que pueden ser publicados. 

Escribir en viaje
Atardecer y escritura: la mejor combinación