Edificios selváticos y jardines idílicos. Calles casi absurdamente pulcras y sistemas de transporte tan precisos como si fuesen el mejor reloj suizo. Decenas de shopping malls con casi la totalidad de las marcas internacionales. Gastronomía y coctelería internacional, y cuando digo internacional es que pueden conseguir comida de todos los países del mundo. Una diversidad de nacionalidades que no se encuentran ni en una reunión de la ONU, viviendo en armonía y con respeto. Todo eso, y mucho más, es Singapur.
Debo reconocer que Singapur fue un capricho mío. Estaba fanatizado por su historia, su calidad de vida y, por supuesto, sus bares. Quería sentir esas cosas tan simples que convirtieron a Singapur en la potencia que es hoy: respeto, organización, orden y una fuerte política anti corrupción. Esas cosas que en países como el mío son tan difíciles de conseguir.



SENSACIONES
Cuando estaba promediando el EMBA, vimos la historia de un señor que se llamaba Lee Kuan Yew, quien fue primer ministro de Singapur durante 31 años. Logró levantar un país desde cero, desarticular mafias y seducir a la mayoría de las empresas internacionales para que vayan e inviertan en su país. Podemos decir que la superficie es chica, y que seguramente es más fácil de regular, pero hay países con superficies similares que aun no saben para que punto cardinal arrancar. Podemos estar de acuerdo o no con sus métodos, pero hay algo que no podemos obviar, funcionó. Todo lo que él soñó alguna vez para Singapur, hoy lo es.
Uno camina por Singapur y ve limpieza, ve organización, ve seguridad, y ve, sobre todas las cosas, respeto. Diferentes nacionalidades y religiones se entrelazan como una sociedad que aprendió a convivir en paz. Suena idílico, suena hasta cursi, pero la sociedad de Singapur no sabe lo que es la palabra inclusión social, no la conoce, no la necesita ¿Pero cómo puede ser? Si, puede ser. No la conoce porque para ellos es algo natural lo que para gran parte del mundo es una promesa de campaña y una política de estado fallida. El 95% de los singapurenses tienen su vivienda propia y el 97% están alfabetizados. En Singapur la inclusión o la discriminación no entra en discusión, no entra en ninguna campaña política o ninguna manifestación de derechos, es lo que debe ser.
Singapur demuestra en cada esquina que el progreso y la naturaleza pueden convivir de nuevas formas. Todos los edificios, o la gran mayoría, poseen jardines (casi selvas) en sus balcones y terrazas, las veredas están llenas de arboles, hay plazas, parques y el famoso jardín botánico. En pocos años convirtieron el agua estancada en agua potable, procesan los efluentes en plantas de tratamiento de agua de alta generación. Singapur es una poesía que relata un romance poco probable entre la brutalidad del progreso, con su infinidad de cemento y aires acondicionados, y la naturaleza selvática que posee esta parte del sudeste asiático.
CAMINANDO POR SINGAPUR
Llegamos de noche con un calor insoportable. Recuerdo haber transpirado en diez metros lo que usualmente transpiro en un partido de futbol. Pero Singapur es así: una gran urbe de cemento inmersa en el clima de sudeste asiático que no podría vivir sin un uso excesivo de los aires acondicionados .
Al día siguiente, salí a la calle temprano y se me empañaron los anteojos de sol, la piel se me erizó y la espalda comenzó a sudar al instante.
“¿Quién me tiró un baldazo de fuego encima?” Atiné a pensar.
Arrancamos temprano por la avenida principal de Singapur. La Orchard Road es una conglomeración de shoppings, uno pegadito al otro. Se puede encontrar desde shoppings de lujo hasta pequeños shoppings de baratijas. Todo se halla ubicado sobre la misma avenida. Hay estructuras modernas que se combinan con estilos más antiguos. A veces me sentía en Londres, a veces en Miami y hasta me sentí en Myanmar. Singapur es realmente eso, son todos los países en uno.
Nuestro recorrido era sencillo: salíamos de un mall y entrabamos al siguiente. Era la única forma que encontrábamos para combatir el calor que, llegando al mediodía, estaba haciendo estragos en nuestras ganas de seguir caminando. Las grandes ciudades en verano, desde Bangkok a Roma o Buenos Aires, me hacen sentir mal. Es tanto el calor que hace, que me obliga a volver a los hospedajes, prohibiéndome seguir recorriendo la ciudad. La culpa que me genera encerrarme entre cuatro paredes sabiendo que hay tanto por recorrer es muy grande.
CHINATOWN
Ver un templo hinduista en la entrada a Chinatown habla de la mezcla de religiones que habita en la ciudad. El templo era similar a los que se pueden encontrar en el sur de India, con miles de figuras pintadas de todos los colores posibles. En si el barrio chino es similar al de casi todos los países, pero bastante más pulcro y, tal vez, con un diseño un poco más cool. Hay locales de baratijas, de diferentes tipos de té y muchos locales de comida. Comida callejera, comida un poco más sofisticada, en fin, comida oriental. Chinatown de Singapur es tan particular que tiene un local con comida callejera con estrella Michelin.
Singapur es un gran hipermercado del mundo, no creo que haya país en el mundo que no le exporte algo. Además de todos los productos asiáticos que se puedan imaginar, hay jamón español, aceite de oliva griego, pastas italianas, dátiles turcos y vino francés. No buscamos dulce de leche o yerba mate, pero creo que si le poníamos empeño lo hubiésemos conseguido.
KAMPONG GLAM O “EL BARRIO ÁRABE”
Mas allá de la imponente mezquita, si pienso en un barrio árabe, seguramente no me podría imaginar el barrio árabe de Singapur, al menos no la parte en la que pasamos mayor cantidad de tiempo. Por mi preconcepto o por lo poco que conozco de países árabes, la onda del barrio árabe de Singapur no era lo que esperaba. Este barrio tiene un estilo más bien surfer. Es mi opinión y la defenderé por siempre.
Ademas de la famosa Arab Street, reconocida por la infinidad de tiendas de ropa y productos típicos, hay una calle pequeña pero muy pintoresca, llamada Haji Lane. Está llena de negocios con fachadas rústicas y bohemias donde se puede encontrar locales de ropa, trajes de baño y productos hechos a mano, adornos, artesanias y hasta obras de arte. Hay grafitis multicolores por todos lados y de todos los estilos. Es el barrio árabe de Singapur, pero puede ser cualquier localidad de playa del mundo. No conozco Hawaii aun, pero si imagino una calle de Maui o Honolulu se me viene a la mente algo asi. Me alejé quince cuadras y me sentí en otro país, nuevamente.
GARDENS BY THE BAY
Todos los países tienen algo que los representa, tiene un lugar o figura que al verlos sabemos que estamos ahí, en ese país. El complejo Gardens by the bay reúne todo lo que representa a esta Singapur moderna: la mezcla perfecta entre tecnología y naturaleza. La innovación y el conocimiento sobre cómo fusionarlas sin romper el balance del medioambiente está representado en la búsqueda constante del país en generar espacios verdes encima del cemento.
Cuando ves por primera vez los árboles de Supergrove Tree no sabés si estás en Pandora, el mundo imaginario de Avatar o en Singapur. Esta reserva ecológica-tecnológica que parecería estar construida por Tony Stark está dividida en varios sectores, uno más surrealista que otro.
Hay dos lugares del parque que me dejan en silencio replanteándome muchas cosas. El Cloud Forest es una especie de Jurassic Park lleno de selva, donde crean una neblina artificialmente para regar las plantas de la manera más natural posible. Y el Flower Dome, es un jardín de invierno gigante con flores de todas partes del mundo. Me pregunté hasta qué punto está bien crear naturaleza donde hay cemento, pero rápidamente me contesté pensando en que es mejor crear naturaleza usando la tecnología y no crear tecnología matando lentamente a la naturaleza.
Gardens by the bay funciona con energia renovable, haciendo aun más meritoria su construcción. Demuestra que nunca es tarde para devolverle algo a la tierra de todo lo que la tierra nos da.
EL ESPECTÁCULO DE LUCES
¿Esto es gratis? Es lo primero que pensé cuando llegué a las escalinatas del hotel Marina Sands. Estaba lleno, las escalinatas estaban colmadas como la popular de Boca un domingo de partido.
Las luces se encendieron y el primer chorro de agua comenzó al ritmo de la música. Uno, dos, tres… decenas de chorros iluminados de diferentes colores comenzaron a bailar delante de mí, a pocos metros. Todos perfectamente calibrados. Los chorros se prenden todos juntos, simulando ser una pantalla gigante donde comienzan a proyectarse animaciones, movimientos. El agua parece tener vida propia. Me siento en un espectáculo del Cirque du Soleil pero sin acróbatas y gratis. La gente no se mueve, el agua es hipnótica y sigue su danza con la mirada atenta de Merlion, el león-pez que representa a Singapur.
Singapur está llena de edificios que te recuerda a ciudades grandes como NYC o Chicago pero iluminada tan sutilmente que no podríamos decir jamás que hay contaminación lumínica como en Times Square. Singapur es ese país idílico del cual le hablaré a todo el mundo. Es ese país tan difícil de explicar porque desafía los malos hábitos del humano. Singapur a mi me fascinó, me dio ganas de aplaudirla de pie, y volver, volver muchas veces más.


