


Un callejón oculto con restaurantes sin puertas y otro callejón pero con todos sus bares ocultos. Restaurantes y bares ubicados dentro de edificios residenciales, luces enceguecedoras en avenidas que parecen futuristas. Por las calles manejan camiones promocionando bandas K-Pop con gigantografías y música a todo volumen. Hay artistas callejeros y publicidades estrafalarias que para mi gusto son muy de los años 90. La noche de Shinjuku da para todos los gustos.
Se ve y se siente el humo de las parrillas de los izakayas (restaurantes tradicionales japoneses donde casi toda la comida se cocina a las brasas), que se dispersan por la ciudad como las hojas de otoño. También hay mercados callejeros que hacen que la vereda se atore como si estuvieran festejando la tomatina. Hasta hay un Robot Restaurant, un espectáculo teatral de robots metálicos y fluorescentes creados para el turismo extravagante, para aquellas personas que van a Japón en busca de robots,luces, música y colores, muchos colores.



RECORRIENDO LOS RINCONES DE SHINJUKU
Todo comenzó por Memory Lane (Omoide Yokocho en japonés), un callejón que funciona como refugio de los izakayas y destino gastronómico desde 1946. Un callejón tan estrecho que llamarlo callejón le queda grande. Comenzó como un mercado negro pero hoy es la meca de los izakayas en Japón, con más de setenta en funcionamiento, cada uno con una historia familiar por detrás. A pesar de su nombre oficial, el alias Memory Lane le hace honor a historias de antaño que aún se susurran en cada rincón del lugar. La primera noche que fuimos estaba decorada de otoño y unas de las últimas ya tenía hojas blancas simulando la nieve del invierno. El decorado varía de acuerdo a cada estación del año.
Al caminar se ven los cocineros transpirados por el calor de las brasas, solo la vincha blanca que usan evita que las gotas caigan sobre las parrillas. Pasear entre lámparas de papel y el espeso humo se siente como una atmósfera de años que ya pasaron, de largas décadas donde nada ha cambiado. La escena me da hambre sin importar si ya comí o no. Dentro de Memory Lane fue la primera parada gastronómica. Un angosto izakaya con un primer piso en el cual comenzamos a probar las especialidades de la zona: tofu frito rebozado con panko, ensalada de papas y pinchos (toriyaki) de pollo. La bebida nunca se escapa de este cuarteto: sake, cerveza, shochu (destilado a base de papa o arroz) y hoppy (cerveza negra mezclada con shochu).



Tan pero tan extrema es Shinjuku, que al salir de Memory Lane y luego de caminar tres cuadras me choqué de frente con un Godzilla gigante y enojado por las miles de luces que lo rodean y no lo dejan dormir. Si supiera que a pocas cuadras está el famoso Robot Restaurant se armaría algo digno de ser filmado por Steven Spielberg.
LA TOKYO CLANDESTINA
Así es como me dio la bienvenida la zona de Kabukicho, la zona más “turbia” de Tokio. Digo turbia por las decenas de personas en actitud sospechosa que le van ofreciendo a los turistas y locales vaya a saber qué, pero para hacerlo tan oculto, nada bueno puede salir. Las luces de Kabukicho te dan en la cara y te cegan, pero a la vez son las que te avisan que estás en Tokio y que en esa ciudad la noche nunca es oscura del todo.
Digo que nunca es oscura del todo, pero hay rincones que aún se escapan de las luces. Luego de andar unos minutos me vi inmerso dentro de una atmósfera clandestina, una atmósfera que combina la ley seca con todo el poder de los yakuzas, había llegado el Golden Gai. Pocos lugares tan fotográficos como este, varias cuadras de bares ocultos, donde solo se ve el interior si te acercas a la puerta y en algunos ni siquiera eso. Aún guarda el espíritu de otras épocas, donde se tomaba a puertas cerradas y ni siquiera un cartel advertía la presencia del bar. La calle es oscura, aunque hoy haya algunos carteles, las tinieblas manejan los callejones, el silencio es ley y la sensación de peligro es inevitable.
Pero a pesar de que Shinjuku pelea por esa tradición, la ciudad grande le gana la pulseada y le da en su repartija de cartas la estación más transitada del mundo. Un laberinto sin fin de pasillos, andenes y salidas, no apto para agorafóbicos o claustrofóbicos. Mas de un millón de personas pasan por la estación, más personas que los habitantes de la gran mayoría de las ciudades del mundo.
MÁS COMIDA
El barrio adopta múltiples personalidades y creo que eso es lo que lo diferencia del resto. Pasamos de una película sobre la ley seca en Golden Gai al edificio que cambia de colores gracias a las decenas de led gigantes que tiene. Desde lo tradicional de Memory Lane al edificio donde entramos a comer, un bar que parecía más americano que japonés, ubicado en el segundo piso. Allí fue la segunda parada de la noche.
El restaurante sirve comida un poco más elaborada que un izakaya, el menú incluye salmón, tofu marinado, pollo con una salsa agridulce, edamames y curry. Una particularidad de este lugar es que se podía fumar dentro, una de las cosas más inexplicables de Japón. Al contrario de casi todo el mundo, en muchos bares y restaurantes de Japón se permite fumar en los interiores, perjudicando la salud de los empleados y los otros clientes. A veces hay sector separados de fumadores y no fumadores pero queda uno al lado del otro, así que parece más un chiste que algo serio. Están tan adelantados en algunas cosas pero en lo que respecta a los vicios, están atrasados mil años.
BRINDIS FINAL
¿Faltaba algo? Si, subir a un bar de sake ubicado en otro edificio, tan chico que el ascensor te depositaba directo a la puerta del bar. Espacios ocultos que tardaríamos años descubrir sin ayuda de un local. Desde el bar y gracias a sus ventanales de vidrio se podía apreciar una calle que poco a poco comenzaba a calmarse. Las luces que se iban apagando y un día que terminaba dándole paso a otro igual de ajetreado que el anterior.



Si le quieren agregar una personalidad más a Shinjuku, hay que verla de día, con su ritmo atareado y sus oficinistas que tiñen la calle de negro y azul de los trajes (no hay otros colores que se usen en Japón). Pero a la noche se maquilla, se calza los zapatos, se pone un saco de otro color más alegre, y se ilumina como cuando sube el telón de un teatro de revista.
Este recorrido lo hicimos gracias a la invitación de Magical Trip. Para más información sobre este tour gastronómico en inglés, hacé clic acá. |