Este post es la continuación de Recorrido por los pueblos del Valle de la Dordoña: Parte I. Entra acá para verlo.
Día 2
Sarlat
En el segundo día, la primera ciudad que recorreríamos sería la ciudad más grande de la Dordoña: Sarlat La Caneda. A diferencia de los otros pueblos de la Dordoña, que son de construcciones antiguas, Sarlat tiene una parte de la ciudad con construcciones modernas.
Es una ciudad con mucha historia, pero yo la he bautizado “La Capital del Foie Gras”. Cada treinta metros (si no es menos) hay un negocio que vende de forma artesanal pero controlada este tan exuberante y delicioso paté realizado con hígado graso de pato. Las características del Foie Gras son tres: es rico, es adictivo y, si es bueno y no está rebajado, es realmente caro. Una porción del más puro Foie para una persona (un pan untado) puede salir entre ocho y once euros. Luego hay otras variedades rebajadas con carne normal de pato, más económicas y no por eso, menos ricas. El que es puro hígado de pato tiene un sabor particularmente fuerte y no es para todos los paladares. Si alguien lo prueba por primera vez, mi recomendación es que comience por uno rebajado al 50% con carne de pato.



Volviendo a Sarlat. El estacionamiento está justo en la entrada al pueblo, lo que ayuda a que la caminata sea completa y productiva. El pueblo tiene dos calles principales. La primera es la que desemboca en el estacionamiento, que es la que tiene los negocios de Foie, hay puestos en la calle de productos locales y varios restaurantes tradicionales. Luego hay una avenida (imagínense una calle más grande, no una súper avenida) con negocios más habituales: supermercados, indumentaria y telefonía móvil. Mi recomendación es que si van con el tiempo justo recorran la primera. Es la que tiene el alma y el cuerpo de este pueblo.
Sarlat tiene ese color arena, como tiene el resto de los pueblos de la Dordoña que visitamos. Es un color plano y cálido, que te hace sentir en otra época.
En el centro de la ciudad hay un mercado a puertas cerradas que vende productos locales como quesos, embutidos y macarrones. Tiene una puerta gigante de más de cinco metros de altura casi imposible de abrir o cerrar con fuerza humana. Los domingos y miércoles sale de su rutina y se instala en la plaza principal pero el resto de los días se mantiene allí. Nuestra visita tuvo lugar un lunes y tuvimos que recorrerlo por dentro de la gran puerta.
Sarlat es para dedicarle una mañana entera y, por qué no, para almorzar ahí y volver a la noche a ver cómo se ilumina. Tiene una gran cantidad de restaurantes con buenas calificaciones. También pueden hacer como nosotros, comprar foie gras, un queso, una baguette y hacer un mini pic-nic francés. Espacios verdes sobran por todo el Valle de la Dordoña, así que será fácil encontrar una sombra bajo un árbol. Si viajan con un presupuesto holgado, es una linda ciudad para hacer base: tiene muchas opciones de gastronomía y hospedaje. Al ser una ciudad más grande, el estacionamiento público es pago y un poco más caro que lo habitual.



Rocamadour
Luego de una linda mañana en Sarlat, nos encaminamos al más lejano y de más complicado acceso de los pueblos de Dordoña: Rocamadour. Este pueblo queda en una de las partes más altas del valle, luego de una ruta con muchas curvas y contra curvas que pueden hacer asustar a más de uno. Está escondido, como queriendo no ser parte de esta sociedad moderna.
La imagen del pueblo construido sobre un gran peñón, que en vez de mar alrededor tiene una gran vegetación, me sorprendió tanto que atiné a frenar el auto en el medio de la calle. Ahí estaba, un pueblo “colgado”, literalmente. A punto de caer al vacío.
“¿A quien se le ocurrió y como pudieron construir eso ahí?” le dije a Carla asombrado.



Es que Rocamadour está construido casi desafiando leyes físicas. Me imagino la necesidad de construir fortalezas escondidas o de difícil acceso para mantenerse lejos de los enemigos, si no este pueblo no tiene sentido alguno.
El estacionamiento es gratuito y está debajo, en un parque, donde hicimos el pic-nic con todo lo que habíamos comprado en Sarlat.
Luego de recobrar fuerzas, decidimos subir las escaleras que llevan a la ciudad. Hay un bus en forma de trencillo turístico, que sube y baja por 2 euros cada tramo. Sin embargo, tengo que confesarles algo, la ciudad impresiona más por fuera, por dentro no es más que otra ciudad medieval. Si tengo que hablar en números, el 90% de lo lindo está por fuera. Decidimos volver y retomar la ruta con el último destino, que además estaba cerca del hotel, Domme.



Domme
Es una de las ciudades amuralladas de la Dordoña. Llegamos para pasar solo un rato y nos quedamos más de lo pensado. Domme es uno de los destinos de la Dordoña con mayor historia en sus espaldas. Durante la guerra de los cien años fue convertida en un campo de batalla. La entrada, llamada La Puerta de las Torres, se utilizó como cárcel de templarios. Dentro deben existir más historias, así que asumo que Domme tiene algo que contar en cada esquina.
Por fuera es una muralla y por dentro un pueblo medieval, en el que parecería ser que muy pocas personas viven. Hay algunos negocios, hoteles y restaurantes. Vimos un negocio que vendía quesos artesanales y otro de artesanías y recuerdos. Al cruzar toda la ciudad, en lo alto, hay una plaza con un mirador llamado Jacques de Maleville (se encuentra en Google Maps como Panorama), donde se puede apreciar una linda vista panorámica de la región. Allí mismo hay un carrusel y algunos restaurantes para comer o tomar algo. También pueden ver algunos puestos de artistas callejeros o alguno haciendo música.
Día 3
Perigueux
Al día siguiente dejamos el hotel y tomamos la ruta para la parte norte de la Dordogna. El primer destino seria la ciudad más importarte de esta región, Perigueux. Perigueux es una ciudad grande, viven unas 30.000 personas. Tiene una parte histórica y una aun más grande de construcciones modernas, es más una ciudad que un pueblo turistico, pero lo urbano no le quita lo bello.



Al encarar para la parte histórica, volvimos a entrar en un cuento de los hermanos Grimm. Callejones pequeños, pequeñas plazas de cemento donde los restaurantes invaden las baldosas con sus mesas, casas hechas de piedras y, para colmo, una función de marionetas. Llegamos en la semana internacional del arte y la función del día eran marionetas. Me sorprendió el talento del señor que manejaba los muñecos y la cantidad de gente que estaba esperando el show. Almorzamos algo en esa plaza y seguimos camino a nuestro último destino en Dordoña: Brantome.



Brantôme
Había leído previamente que a Brantome la conocían como la Venecia francesa. Ni bien llegamos me di cuenta por qué le dicen así. La ciudad antigua de Brantome está rodeada por el río Dronne, en el cual la gente anda en Kayak o piraguas. La única forma de cruzar a la ciudad es por sus puentes, y cada uno nos deja una imagen increíble. Cada vista es una foto, y cada foto debería ser una postal. Brantome posee casas antiguas y calles estrechas como cualquier otra ciudad medieval, pero también tiene mucho verde a su alrededor, una abadía gigante y un paseo sobre el río que se pasa de lindo.
Al costado del río un parque, donde las familias y parejas descansaban luego de un día por demás caluroso. Se respira calma, se respira desaceleración.






Nuestro viaje por el Valle de la Dordoña termina acá, yéndonos de Brantôme camino a los castillos del Valle de la Loira. Me queda el dulce sabor de haber cumplido uno de los sueños de mi vida, recorrer cada uno de sus pueblitos.
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