Lo que me falta de pasión con la humanidad me sobra con los lugares que conozco. Soy un apasionado de descubrir lugares en los cuales pasaría más de un mes viviendo, ese es mi lema y mi búsqueda constante, y Monopoli, se ha llevado todas las boletas de un sorteo.
Acogedora como una maqueta de museo, escenográfica como si estuviese todo armado para filmar una película. Calles angostas, paredes blancas, un paseo costero con barcitos pintorescos, un muelle con un faro y una esplanada para dormir la siesta frente al mar.
Es raro decir que un lugar es cariñoso, pero aunque la gente me tilde de loco, lo voy a decir, Monopoli se sentía cariñoso. El mar, increíble cómo el Adriático en cada ciudad a la que baña. Llega el tren desde Bari en menos de una hora, ¿tiene algo malo? No. Y no. No voy a buscarle algo malo, esa faceta debe dejarse de lado en momentos así, este lugar, juro y perjuro que es el spot ideal para venir en verano, primavera, otoño y tal vez invierno si se quiere desconectar del mundo frenético y conectar con el mar y el silencio. Es mi reliquia, y hoy estoy con el humor para compartirla.