ANTES DE IR
Cuando Car tuvo la idea de ir a Nepal, mi primera reacción fue dudar. Dudar de cómo estaría el país, dudar de cómo me sentiría yo ahí y hasta dudar de si realmente quería ir. Después del terremoto del 2015 nunca más supe nada de aquel país. ¿Habrá sido fuerte la réplica en Katmandú? ¿Cómo sería la actualidad de la capital? Me puse a investigar qué hacer, dónde dormir y cómo moverme. Viendo lo diferente que era ese país, viendo que pertenecía a un mundo que yo no conocía, las ganas fueron derrotando a las dudas y llegué a enero con mucho entusiasmo de conocerlo.
Enero transcurrió en India, y mis emociones pasaban entre el asombro y el enojo. “India es una montaña rusa” nos dijo un alemán durante una cena en Bikaner, nunca estuve más de acuerdo en una comparación con alguien (eso que amo comparar). Por mis prejuicios volví a dudar de Nepal, estaba ya un poco cansado de India y se me ocurrió, por desconocimiento o ignorancia, pensar que Nepal sería igual. ¿A caso Uruguay y Argentina son iguales solo por estar uno al lado del otro? No, claramente. Pero cuando estoy muy enojado, a veces, mis pensamientos se nublan un poco.



LLEGAR A NEPAL
Luego de una semana de playa en Goa, nos tomamos el avión con destino a Nepal. Cuando aterrizamos en Katmandú, mi primera impresión del aeropuerto no solo no ayudó mucho a mi prejuicio, sino que lo profundizó. Había una sola fila desordenada para pasar a migraciones, donde nadie respetaba el orden y te pasaban por los costados. Tuvimos que levantar la voz y discutir un poco para lograr que, al menos alrededor nuestro, respeten una fila. Debo reconocer que mi paciencia en ese momento estaba por el piso. Finalmente pasamos migraciones y aduana, y nos encaminamos a salir del aeropuerto. Y, como en todo aeropuerto asiático, lo primero que ves y escuchás, es el famoso grito “Señor Taxi Taxi”.
Hasta Asia sospeche que mi nombre era Martin, pero en ese momento pase a llamarme Sir Taxi Taxi, creo que es el nombre genérico para el extranjero recién arribado. En vez de dirigirme a la parada más grande de Taxi, por apurado, tomé el que sería el Taxi “Blue” o no oficial. Fui y lo aboné. Cuando salí y vi el local oficial lo primero que se me vino a la mente fue pensar que me habían estafado. Finalmente, luego de chequear los precios, eran los mismos. Primera buena impresión de Nepal, donde usualmente te esperan para estafarte, acá estaban cobrando lo mismo que en otros lugares. Finalmente, adquirí mi SIM 4G (NCELL, 100% recomendable) y nos fuimos en Taxi al hotel. El mismo quedaba en una ubicación inmejorable, solo dos cuadras de Thamel y a tres del Garden of Dreams.
Ya en el auto, el taxista comenzó a mostrarnos de manera amable cada monumento o atracción turística que cruzábamos con una breve explicación. Este fue el momento en el que mi termómetro Nepalí comenzó a subir. El conductor viajaba con una paz absoluta. Gente cruzaba de derecha a izquierda y viceversa, autos pegados uno al lado del otro… ¡STOP! ¿Qué está pasando acá? Hay mucho tráfico, claro, ¡pero… NO USAN LAS BOCINAS! No, el gobierno la prohibió hace algunos años y ellos lo respetan a rajatabla.



KATMANDÚ
Tengo que ser sincero, Katmandú lo conocía de Dr. Strange, del terremoto y de haber estado haciendo los preparativos de viaje. Había oído hablar muy poco de él. Para colmo, conocimos un chico alemán en Varanasi, que nos había dicho que en Katmandú había mucho más trafico que en India, que la gente era muy pobre, que era la ciudad más pobre en la que había estado y que la polución era tremenda. Casi que me describió Katmandú como una ciudad post-apocalíptica. Me gustaría volverlo a cruzar para preguntarle si realmente vino a Katmandú. Tal vez solo la visito en algún delirio místico debido a algún alucinógeno.
Katmandú es una ciudad que sufrió varios episodios violentos en los últimos años. En 2004 los taoístas anunciaron un bloqueo de la misma, en medio de una guerra civil que finalizo en 2006 con la transición de un Gobierno Monárquico a la Democracia. La democracia es la forma de Gobierno actual. Como si fueran poco diez años de Guerra Civil para Katmandú, en 2015 un terremoto devastador al norte de Nepal pegó también con fuerza en la ciudad. Dejó un resultado de casi 9000 muertos, 350.000 personas sin hogar y casi 8 millones con necesidad de atención humanitaria. Uno aún puede ver en las calles las secuelas. Hay muchas personas sin alguno de los cuatro miembros, muchos edificios rasgados con peligro de derrumbe y casi todos los monumentos históricos en reparaciones.
Si tengo que describir a esta ciudad con una palabra, esa palabra seria FUERZA. La fuerza que tienen para levantarse una y otra vez. La ciudad puede estar un poco contaminada, pero casi todo lo que vuela es tierra. Es la lógica y esperable tierra de una ciudad en reparación, que tiene construcciones nuevas y remodelaciones en cada esquina. Más aun, tienen proyectos nuevos. Me llena el corazón recordar la cara de felicidad del manager del hotel cuando nos contaba que estaban terminando de entubar la ciudad para traer agua del Himalaya. Esto les permitiría poder tener agua potable en cada casa de Katmandú por primera vez en la historia.
La gente de Nepal es (en su mayoría, ya que no todo es blanco o negro) amable, humilde, honesta y muy curiosa respecto a tu país de origen. La mayoría alienta a la selección argentina de futbol y aman a Maradona. Vieron futbol televisado por primera vez en el 86. El nepalí es quien te da ganas de volver a Nepal, son personas con un pasado sufrido, pero con mucha fuerza para salir adelante. Es gente sonriente, con ganas de trabajar y poder progresar. Más allá de lo que me hayan contado, si gran parte de la ciudad está limpia, es gracias a estas personas. Casi todos los comercios tienen un tacho de basura en la puerta y se encargan de limpiar su parte. Si bien hay tierra por todos lados, es solo eso, tierra.



THAMEL
La zona de Thamel es bastante comercial. Tiene más de diez cuadras de comercios, repartidos entre calles y pasajes. Todo está cubierto por los coloridos banderines de plegaria que llenan de atractivo esta zona de la ciudad. Muchas calles están cortadas al tránsito, dejando gran parte el centro peatonal. Los comercios venden desde equipamiento técnico (Thamel es elegida para hacer base por aquellos que van a hacer trekking y montañismo), hasta prendas de cachemira o pashmina. También antigüedades, adornos o instrumentos musicales. Hay una gran oferta culinaria, muchos restaurantes con variedad de estilos. En Nepal, vimos mucha más comida occidental (italiana, francesa o simplemente “continental”) que en India.
Hacer base en Thamel, sirve también para ir a las atracciones principales (próximamente post). Desde allí, se puede ir caminando a Durbar Square o a Swayambhunath. Tambien por poco dinero, se puede tomar un taxi para ir a Bhaktapur , Budhanath y Pashupatinath. Estos dos últimos, recomendados para hacerlos juntos, hay poca distancia caminando uno del otro,
Si pueden caminar mucho, caminen todo Katmandú, desde Thamel a Patan, o hasta donde les den los pies. La ciudad es tranquila y segura, al menos de día no hay peligro alguno. Hay veredas, semáforos y todo lo necesario para una caminata segura.
PATAN
Luego de pasar unos días en Thamel, y de hacer una escapada a Nagarkot, decidimos hospedarnos en Patan. Desde allí realizaríamos el resto de las actividades que nos habían quedado pendientes. La ciudad de Patan esta situada al sur de Thamel, aún dentro del Valle de Kathmandu. También es conocida bajo el nombre de Lalitpur. La misma es céntrica, tanto como Thamel. Tiene centros comerciales, restaurantes, negocios de artesanías, de indumentaria y una enorme cantidad de pequeñas estupas y esculturas. Patan tiene su propia Durbar Square, que además tiene, en su interior, un museo. Nuestra parte preferida es la “vecindad” en la que está ubicado el hotel donde nos hospedamos. Parece un gran patio de un colegio, pero está rodeado de pequeñas edificaciones y un templo hinduísta, donde la gente oraba varias veces por día. Como ese patio, había varios distribuidos por la zona.



Lo que mas recuerdo con alegría de ese patio, es a los niños jugando durante casi todo el día. Ellos son, en su mayoría, de clase muy humilde. No tienen PlayStation, ni IPad, quizás ni saben lo que es Netflix o Pepa Pig. Afortunadamente lo único que tienen es: pelota de futbol, bicicletas, paletas o raquetas y patios gigantes donde pasar sus días. Los niños de Nepal no tienen nada y a la vez tiene todo. Solo tienen lo que yo tuve en mi infancia, y tal vez, sin darse cuenta, están teniendo la infancia más sana y linda que uno puede pedir para un niño.
A Nepal entré sin ganas y fastidiado. Me fui con ganas de pedirles disculpas por esos primeros minutos de dudas y con muchas ganas de volver para recorrerlo mucho más en profundidad.