¿Quién no ha visto noticias bizarras sobre Japón? Antes de llegar yo tenía en mente la cerveza azul, el helado fluorescente, las frutas con formas raras y los melones que cuestan mil euros. Pero si creen que Japón es un país donde encontrarán cosas raras en cada esquina (como yo creía), se van a llevar una desilusión. Lo bizarro hay que buscarlo, o al menos, leer este post e ir a visitar Harajuku, el barrio colorinche de Tokio.



Harajuku es la cuna de la cultura “kawaii”, que no significa otra cosa más que lindo y adorable, o su traducción más directa al inglés, cute. Es el barrio donde encontrarán mochilas con forma de panda, galletas con cara de animales o, por qué no, un gran copo de azúcar multicolor que va directo a hacer estragos a los dientes, pero también, a enternecer los perfiles de Instagram.
Pero Harajuku no es solo bizarro, es el barrio “con más onda” de Japón. Allí se encuentran los locales más llamativos de las marcas más exclusivas, tiendas vintage de segunda mano y cientos de cafés de esos que solemos asociar con las calles de Nueva York o Londres.



Recorriendo Harajuku
Nuestra caminata comenzó con un vaso de madera lleno de Sake a las 11:00 AM frente a un negocio satélite. Los negocios satélites son comercios que venden productos típicos de una región en particular. Gracias a estos comercios, en Tokio se pueden conseguir alimentos y objetos realizados por productores locales de todo el país. El que visitamos era de Niigata. Comimos dulce de caqui, batata al horno con su cáscara, y una especie de pickle dulce. Los comercios satélites son una forma de conocer más de Japón, incluso teniendo pocos días y visitando solo la ciudad de Tokio.
Al contrario de lo que sucede sobre la calle Takeshita o las avenidas comerciales donde el ambiente es caótico, adentrarse a las pequeñas calles del barrio es cruzar una barrera de sonido y perderse en un lugar silencioso y relajado. Se pueden encontrar librerías, cafés muy acogedores o restaurantes que ofrecen experiencias locales, como, por ejemplo, cocinar tu propia comida en tu mesa.
Pero antes de entrar al almuerzo les quiero contar sobre uno de los helados más ricos que probé en mi vida, el famoso (si no lo es, merece serlo) helado de sésamo. Escondida en una de las calles tranquilas del barrio hay una heladería que se especializa en helados de sésamo. Hay cuatro tipos, dos de sésamo blanco y dos de sésamo negro, cada tipo de sésamo en dos concentraciones diferentes. Probé los dos que estaban hechos con más de 1000 semillas por bocha y que tenían un sabor tan intenso que me sentía nadando en un mar de sésamos. Carla probó el más suave y también le encantó. Se le suele agregar encima aceite de sésamo, a mi sinceramente me pareció muy extraño pero la verdad combinaba bien.
“¿Solo dos bochas? Dame un kilo por favor” le dije a la japonesa que atendía, pero claramente no entendió.
Con el helado como aperitivo, salimos a caminar por las callecitas. El barrio está lleno de negocios escondidos. En un rincón vendían muchos productos de dibujos animados: Sailor Moon, la sirenita y hasta el tapado de cruella de vil en los 101 dálmatas. Por otro lado, había una heladería, con helado fancy, para que los pequeños enloquezcan mientras se comen un helado turquesa con glitter.



El tiempo se detuvo durante un rato gracias a una copiosa lluvia y la guía decidió llevarnos a conocer un lugar muy lindo, un centro de exposiciones para artistas. Japón tiene alquileres muy elevados y este tipo de centros hacen posible que muchos artistas sean conocidos y puedan vivir de su arte alquilando un espacio por un costo bajo. Aprovechamos para hablar con uno de los expositores. Un fotógrafo de mediana edad que se había sacado a sí mismo fotos sonriendo, disfrazado de los diferentes oficios que podemos encontrar en Japón. Cada foto trata de reflejar que por más que nuestra cara muestre una sonrisa, nuestros ojos nunca mienten y la mirada dice mucho de nosotros. Una exposición original que se llevó toda mi admiración.
El almuerzo
Ubicado dentro de ese espacio cultural, se encuentra un restaurant en el cual podés cocinar tu propio yakisoba y tu propio okonomiyaki.
Cada una de las mesas tiene una plancha en el medio, su propia cocina. En el menú uno elige el plato que desea probar, guiándose por la foto del plato terminado, sin embargo, pocos minutos después, la camarera se acerca a la mesa con todos los ingredientes crudos. Hay tantos ingredientes que no sabes por dónde empezar. El problema de cocinar platos con forma de panqueque pero con tantos ingredientes es que a la hora de darlo vuelta el resultado es victoria o derrota, no hay puntos medios, o queda entero o se desarme. Desde luego, el pedido incluye las instrucciones. A nosotros nos ayudó Normi, nuestra guía mexicana de corazón japonés, quien vive en Tokio hace unos cuantos años y se cruzó en nuestro camino para enseñarnos todo sobre la cultura y la gastronomía japonesa.



La calle Takeshita
Llenos como un pelotero en un cumple infantil, fuimos a recorrer la famosa calle Takeshita, de paso para bajar un poco la comida. Negocios con fachadas llenas de colores pasteles: rosa, naranja y celeste. Maniquíes con ropa vintage, mucho rockabilly y disfraces bizarros que sólo un japonés podría usar. Hay varios puestos de waffles, que los hacen tan grandes y golosos que servirían de entrada, plato principal, postre y café.
Si pensaron que eso fue todo lo goloso, están equivocados. Takeshita tiene un lugar que reúne a muchos niños, adolescentes y algunos adultos, el lugar de los grandes copos de nieve multicolores. Decenas de sabores, decenas de calorías y decenas de pensamientos golosos.
Luego de una tormenta de colores, azúcar, fideos y sésamo, me vi sentado frente a una cámara, en una cabina. El tour por Harajuku terminó en un lugar dedicado 100% a las fotos instantáneas. Lugares donde los adolescentes, principalmente las chicas, van a sacarse sus fotos de fantasía, personalizadas, y con calidad profesional. Un sótano lleno de cabinas fotográfica temáticas, un monumento a Narciso, donde muchas van a simular ser actrices o modelos, se maquillan y visten especialmente para la ocasión.
Harajuku es eso y también las vestimentas extravagantes de las personas que la visitan, un lugar bizarro, un lugar geek, donde las locuras más grandes de Japón salen a la luz.



Queremos agradecer especialmente a Norma de Arigato Japan, que nos invitó a este tour en español y nos llevo a comer y a conocer lo más lindo de la zona.
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