


Como cuando tenemos que contar una buena y una mala noticia, pensé durante mucho tiempo cómo empezar este post. Hay una maravillosa Bahía de Halong y hay una Bahía de Halong a punto de desaparecer. ¿Por dónde empiezo? ¿Te endulzo la vista contándote lo mágico que se ve el lugar de los caminos de agua y las montañas abrazadas de niebla o te aviso primero, que es un gran basurero y que, en unos años, quizás deje de ser el maravilloso lugar que es?
Si te cuento lo lindo primero te voy a convencer, vas a querer ir, te voy a llenar de ilusiones que después arruinaré. Si te cuento lo feo primero, dudo que llegues a leer la parte linda. Intentaré hacer un mix de mi experiencia y mis sentimientos, aunque se convierta en un texto caótico y difícil de llevar. Después de todo, esa es, un poco, la sensación agridulce que me dejó ese crucero de tres días por Halong Bay.
Habíamos reservado nuestro crucero por Halong Bay con bastante tiempo de anticipación. Nos basamos en calificaciones, comentarios y reseñas sobre la limpieza de los barcos, las comidas y los recorridos. Averiguamos todo lo que tenía que ver con nuestra seguridad y bienestar, pero poco habíamos leído sobre la responsabilidad ambiental de quienes llevan adelante esta actividad. A decir verdad, tampoco hay mucha información sobre eso.



Nos tocó un barco al que se le notaban sus años, pero que nos hacía sentir en una película de época. Predominaba la madera oscura, el piso crujía paso a paso y tenía un salón elegante como recepción. El camarote era mejor que muchas de las habitaciones en las que nos habíamos hospedado. Teníamos una cama grande, mesas de luz y hasta una pequeña mesa redonda con silloncitos al lado de la ventana. Además, el detalle de que el camarote era sólo para nosotros y tenía baño privado, algo que, para nosotros, muchas veces es un lujo. La ventana, protagonista del camarote, era larga hasta el piso y cumplía con la función de “balcón con vistas”. Todo estaba limpio y en buen estado, impecable. No se escuchaban ruidos raros y casi no sentíamos movimiento.
Nos recibieron con el almuerzo mientras zarpábamos, y cuando estábamos terminando, el paisaje ya había cambiado. La imagen era muy distinta a las que se ven en internet. Es que, el 90% del año, el cielo celeste de las fotos de Google está cubierto por una neblina gris, densa y húmeda. No se veían muchos más colores que el verde esmeralda del agua, que se mantiene constante sin importar el clima, los marrones de la piedra caliza y verdes de la vegetación que se mezclan en las islas, y el gris inalterable del cielo.
Honestamente, la llovizna de aquel día y el clima que para muchos es un fastidio, para mí no podía ser mejor escenario. Desempolvé el piloto que llevaba en mi mochila, sentí el aire frío en mis mejillas, miré el cielo gris y sonreí. Solo faltaba que aparezca Jack Sparrow en el Perla Negra entre las colinas de la bahía para que la realidad se convirtiera en fantasía.



Durante las primeras horas de mi primer paseo por la cubierta del barco, mi atención se centraba en el paisaje. Un paisaje distinto a cualquier otro, digno de escenario de una película de aventuras y misterios. Esos que generalmente uno piensa que están hechos por computadora, que son imposibles en la vida real. Bueno no, existen.
La Bahía de Halong son casi 1500 km2 de agua que quedan en el norte de Vietnam, casi en la frontera con China. Sobre su historia, hay algunas leyendas que dan vueltas y se transmiten de generación en generación. La más difundida dice que cuando los vietnamitas del norte luchaban contra los invasores chinos que venían del mar, el emperador de Jade, envió una familia de dragones celestiales para ayudar. Estos dragones escupían joyas y piedras de jade que se convirtieron en las islas de la bahía, uniéndose, para formar una gran muralla de defensa. Las islas son las que hacen de la bahía, un lugar difícil de creer.
No por nada, la Bahía de Halong tiene, como esta, unas cuantas leyendas dando vueltas. Eso es lo que pasa con los lugares así. Es como si nos esforzáramos por interponer el acto de un hombre en las decisiones sabias de la naturaleza. Siempre que me encuentro con un lugar así, difícil de creer, tiene al menos dos o tres leyendas que lo “explican” ¿Será que todavía no aceptamos todo aquello que la naturaleza es capaz de construir?



A medida que las horas, el paseo y las paradas del primer día avanzaban, empecé a notar eso en lo que antes no había pensado, ni me había imaginado. Empecé a ver eso que nadie me había contado, lo que no había leído en ningún lado. Eso que, al parecer, nadie quiso contar: la basura. El paisaje se transformó para mí. El cielo se mantenía nublado, la neblina era de esa que parece humo constante, las montañas seguían ahí, como naciendo de las profundidades del agua verde esmeralda, aparecían barcos de todos los tamaños, y de repente… plástico. Mucho, desmedido e incontrolable plástico.
Bolsas plásticas, pajitas, botellas, guantes de plástico y pequeños pedacitos imposibles de identificar, eran los objetos que más se repetían. El tiempo pasaba, parábamos en alguna isla, recorríamos, hacíamos alguna actividad, seguíamos camino. El paisaje se embellecía, se volvía cada vez más ficticio, pero el panorama general empeoraba. El agua se veía grasosa, como con aceites. Los plásticos pasaban por al lado del barco flotando en equipo, agrupados. Algunos de los senderos de las islas que conocimos parecían los basureros de la región, latas de gaseosas, botellas de agua, paquetes de snacks, colillas de cigarrillos, etcétera, etcétera, y mil etcéteras más. En cada parada veíamos turistas, guías y locales dejando sus residuos ahí, en la tierra o en el agua.



El atardecer era el momento en el que el barco anclaba en el lugar elegido para pasar la noche. Ahí caí a tierra, o al agua. Es decir, ahí entendí, o ahí desperté. Estábamos en nuestro barco, con sus luces como las de las kermeses, cálidas, iluminando la terraza, rodeados de decenas, qué digo decenas, cientos de barcos en nuestra misma situación. “Esto no está nada bien, no puede estar bien”, pensé. En ese momento me di cuenta de la dimensión del turismo en la zona y del daño que, como turistas, podemos hacer. Decidí empezar a interiorizarme más y a viajar cada vez de manera más responsable. Opté también, por escribir cada uno de mis sentimientos, porque escribir es lo que siempre me ayuda a separar lo malo y lo bueno de una experiencia, pudiendo aprender de lo primero y disfrutar de lo segundo.
Más allá de las leyendas, lo que sí es verdad, es que, durante años, esta bahía fue el hogar de cientos de familias pesqueras. Durante los últimos años, el estado intentó trasladar a estas familias a tierra firme. Sin embargo, en la actualidad, aún se pueden encontrar pequeñas villas donde viven familias enteras.
Por aquellos días, conocer una de esas comunidades fue uno de los momentos más importantes para mi. Esas comunidades son apenas pequeñas filas de casas construidas con tirantes de madera que se apoyan sobre algunos bidones que hacen que todo flote. Algunos les realizan agujeros a las maderas y crean sus ventanas y propios sistemas de ventilación, otros dejan una parte de la casa sin pared, simulando un balcón. Son barrios formados por diez casas, una pegada con otra, donde viven personas que no tienen demasiada libertad, mucho menos privacidad.



Con los ojos de una persona que nació casi en los 90s, tuve que ver esa vida para aceptar que el tiempo no pasa igual en todos lados. Si bien en esta, la era de la comunicación, todos lo sabemos, a veces, es necesario verlo para entenderlo. Como en aquel paseo en camello por el desierto de Jaisalmer, una vez más, veía cómo muchos no tienen el privilegio de poder pensar en el medio ambiente. Es que están muy ocupados, tratando de sobrevivir de y en la naturaleza.
Podría contar algunas de sus historias, seguro se les escaparían algunas lágrimas. Pero no le encuentro sentido. Lo pienso, y siento que contando que esas familias existen, llego a unos cuantos corazones y a unas cuantas cabezas que, como yo, piensan que es tan importante cuidar el medio ambiente, como entender las realidades de quienes no tienen el privilegio de pensar en eso.
Ahora bien, puedo dejar pasar los residuos de las pocas viviendas que quedan sobre el mar. De hecho, hemos visto pescadores de esas comunidades recolectando el plástico que flota a su alrededor. A nosotros debería importarnos el impacto que la actividad turística provoca, eso es lo que no deberíamos dejar pasar. En viajar de manera responsable y apuntar a un turismo sostenible deberíamos trabajar.
El hecho de que ni siquiera podamos saber con exactitud la cantidad de barcos turísticos que pasean por día por la bahía, debería alarmarnos. Lo busqué en muchos lugares, le pregunté a unos cuantos vietnamitas con los que charlé del tema, y todos me dieron diferente información. Es que ni siquiera sé si alguien se tomó el trabajo de contar los barcos y de controlar su impacto en el medio ambiente.



Halong Bay es un paraíso, es una verdadera maravilla natural, es un lugar que no se parece a nada. Tiene cuevas en las que se puede entrar, por las que se puede caminar y que pareciera que te atrapan y te cuentan historias. Sus colinas te invitan a subir por sus senderos, a sentir que tocas el cielo con las manos. Recorrer sus aguas en kayak te hace olvidar la gravedad. Apenas ver la imagen del agua color esmeralda, de sus miles de islas de piedra caliza con selvas y cuevas incluidas, uno siente que está haciendo un recorrido por un set de filmación y no por un lugar que realmente existe. Es uno de esos lugares que uno diría que no puede no conocer si pasa por Vietnam.
Sinceramente, no sé cuál es la mejor manera de hacerlo. No estoy segura de que esto que les cuento los ayude a decidir si hacer o no el recorrido. Tampoco pienso que sea yo, la persona indicada para dar esa recomendación. Sin embargo, después de haber leído cientos de reseñas que hablan sobre las maravillas del lugar y miles de blogs que cuentan las estafas de las agencias turísticas, me pareció importante escribir, también, sobre eso que no había leído, la basura de la bahía.



Si tenés información sobre acciones de turismo sostenible, agencias responsables o datos que sumen información, por favor, déjanos tu comentario debajo. Puede ser de mucha utilidad para aquellos que planean viajar a Halong Bay y una gran ayuda para nuestro planeta. |