Debo reconocer que quise sacarlas del plan inicial durante mucho tiempo ¿Qué son las Islas Gili? Yo solo quería ir a Bali. ¿Hacer semejante movimiento por un par de días en una playa? Ya había tenido suficiente playa hasta ese momento. Pero como todo viaje en pareja, siempre que sea posible, hay que conocer los lugares que los dos quieren conocer, así que no me resistí mucho y fuimos con Car a Gili Trawangan.

Veníamos de un viaje de más de dos horas en camioneta con calor porque el aire acondicionado no daba abasto. La combi se detuvo a cincuenta metros del puerto. Delante nuestro, había una infinidad de autos jugando inconscientemente al tetris: nadie quería moverse, pero todos querían salir y de a poco la fila se fue transformando en un embotellamiento que vaya a saber uno cuándo se dispersó. El reloj avanzaba y seguíamos parados, estaba desesperado, el ferry se iba a ir. Le pedimos al chofer que nos dejara ahí y nos bajamos de la van en medio de la calle.

La famosa foto de las Gili T

Luego de ubicar la precaria oficina de venta del ferry que habíamos reservado y de poner una cintita roja en el equipaje para diferenciarlo de las otras líneas de ferry, nos dirigimos hacia la terminal. Una sola terminal que servía como origen y destino de todas las islas de alrededores: las tres Gili, las Nusa y Lombok.  

Allí estábamos, con calor, cargados con el equipaje, rodeado de jóvenes y no tanto. Bajo un techo de chapa que aumentaba la temperatura hasta el punto de convertirse en una gran sartén, y nosotros las papas a punto de ser freídas. 

No había pantallas ni avisos de llegadas y partidas de los botes. La cuestión funcionaba así: cada vez que el guardia abría la reja que separaba la terminal del muelle, la totalidad de personas se abalanzaban hacia él, cual ganado que ve la tranquera abierta, para preguntarle qué ferry era el siguiente en partir. Miraba tu ticket sin decirte una palabra, si te dejaba pasar era el tuyo, sino intentabas volver a tu lugar, chocando contra el equipaje de todos. 

Luego de varios minutos e intentos arribó el indicado y pudimos subir. 

isla ferry
La isla desde el ferry

El mar estaba picado. En lo que llevábamos de viaje, había superado con creces el hecho de marearme en el mar, pero este traslado me volvería a poner a prueba. El ferry arrancó moviéndose y a medida que avanzaba se movía más y más. No entendía si era un ferry o un samba, o capaz un subibaja de alguna plaza. Delante mío, un hombre con rasgos crudos de anglosajón (rubio, cara rosadita y cachetes abundantes) no paraba de deglutir botellas de cerveza, no se si era por desesperación o por problemas con el alcohol. 

Cerré los ojos y me puse lo más recto posible, escuchando música y esperando dormirme. Cuando pensé que el mal momento había pasado, el barco quedó frenado en el medio del mar. 

Apaga el motor, prende el motor. Ruido raro. Órdenes a los gritos. Repetición. Esta fue la seguidilla que vivimos durante más de veinte minutos, mientras el mar seguía igual de salvaje con sus movimientos. El motor finalmente arrancó y yo pude dormir, o al menos olvidarme unos minutos de la situación en la que estaba estaba. Miré a Car y estaba igual de pálida que yo, se nos había ido el bronceado en cuestión de segundos. Pero, por suerte, todo traslado tiene un fin.

LLEGAMOS A GILI T

Luego de unos largos minutos, llegamos. En las tres islas Gili (Trawangan, Meno o Air) están prohibidos los vehículos motorizados. Solo hay carruajes traccionados con caballos, así que el único ruido que se sentía en el puerto al que arribamos, era el de los carruajes y el de la gente desesperada por bajar y subir de los barcos. Gente intentando subir cuando todavía no todos habíamos bajado, lo de siempre digamos. Bajamos y nos fuimos al hotel.

El hotel Pink Coco queda ubicado a un par de cuadras del muelle, frente a la playa y lejos de la zona “céntrica” de la isla. El hotel tiene un bar sobre la playa, en el cual sirven muchos licuados de frutas, leches vegetales y comida saludable, además de una buena copa de vino o un vaso de cerveza. Es un hotel sustentable: no utilizan sorbetes ni vasos plásticos, el agua te la dan filtrada en botellas de vidrio, utilizan productos locales y de estación, generan empleo local y en su carta no hay productos de origen vacuno ya que su producción aumenta la emisión de metano. 

Alrededor del Pink Coco

No acostumbramos hablar de los lugares que elegimos para hospedarnos. Sin embargo, esta vez no podemos evitarlo. A veces, esos lugares son una parte muy importante de los viajes, y ese fue el caso de la isla Gili T. Nuestra estadía en el hotel Pink Coco condicionó nuestra experiencia en la isla, enriqueciéndola y brindándonos momentos de disfrute. Hospedarse en lugares sostenibles y que se ocupan del cuidado del medio ambiente enseña y concientiza. Por eso, no podemos hablar de nuestra experiencia en la Gili sin mencionar el hotel en el que estuvimos.

Para terminar el día, monta un cine al aire libre todas las noches. Estar en la playa, sentando en un sillón bajo un cielo estrellado, descalzo, cenando y mirando una película, no me imagino una mejor situación de relajación. La noche en la playa es bajar todos los cambios hasta llegar a punto muerto. Es cuestionarse todo y planear cosas nuevas. Es soñar con lo que viene, es felicidad y paz en su estado más puro.

bar playa
El bar de playa del Pink Coco

EL MAR Y LA PLAYA

No voy a mentir, el mar en las Gili no es el ideal para bañarse. El agua es transparente, pero hay muchas rocas y la marea es muy fuerte, lo cual lo hace un poco peligroso para los pies. Es imposible entrar sin zapatillas para el agua. La profundidad es muy baja durante muchos metros. Luego, a unos cien metros se encuentra una barrera de corales y piedras, donde el mar rompe por primera vez. Las olas allí son más grandes y la profundidad aumenta. El único problema es que es peligroso quedarse ahí y es peligroso ser arrojado contra las piedras.

Uno de los días, como buen cabeza dura, emprendí mi camino hacia la barrera. La marea me tiraba para cualquier lado, si bien se podía ir pisando se hacía difícil. Nadar no era opción, había partes en las que el agua me llegaba a la rodilla y las piedras eran cortantes. Así que iba medio a los tumbos y medio saltando. Llegando a las rocas se vuelve a hacer playo, a la altura de los tobillos. Las olas son grandes y rompen tan cerca de las piedras que no me anime a entrar. Si me metía tenía que meter brazadas rápidas para poder salir a altamar, pero a la vez en algún momento tenía que volver. Así que decidí volver a la isla y terminar la bolu aventura. 

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Las olas detrás de la barrera de piedras

Las islas Gili tienen para ofrecer mucho de lo que uno puede ir a buscar a una isla: descanso, fiesta, buceo, snorkel, la sensación de volver a ser un adolescente en un campamento de verano o simplemente gastarse memorias y memorias sacando fotos (o rollos). También hay escuelas que ofrecen clases de surf en las olas del otro lado de la barrera.

Car haciendo buceo y yo haciendo snorkel vimos una gran variedad de fauna marina en la isla. Decenas de tortugas nadando juntas, mantarrayas gigantes, tiburoncitos, peces multicolores y medusas. También hay esculturas marinas pero en esa zona solo se hace snorkel por la poca profundidad.

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Rincones de la isla

LOS ATARDECERES

Yo pensaba que serian algunos atardeceres más, que iban a ser algunas fotos para la colección… hasta que llegó el momento. Algunos días empezaba como el mejor espectáculo de luces, con una mezcla de naranja y celeste. El cielo mantenía parte de su color diurno y las nubes lo cubrían como pedacitos de algodón alineados de forma perfecta. Era una obra de arte, una escena de una película apocalíptica, era todo lo que uno no espera de un simple atardecer. 

Las nubes que parecían algodón en el cielo

Otros días estábamos literalmente en el infierno … dije bien, el infierno. El cielo se prendía fuego, tonos de rojo y naranja se convertían lentamente en un rojo intenso, casi bordo. El reflejo en el agua me hacía sentir en medio de un portal a alguna otra dimensión. Atardecía en el cielo y en el mar. Era hipnótico, enceguecedor. El silencio de los que lo veíamos por primera vez se mezclaba con los “te lo dije” en varios idiomas de los que ya lo habían visto. 

También había atardeceres limpios, de esos en los que el cielo no tiene una sola nube y el color es naranja, desde el tono más saturado hasta el tono más suave. Esos atardeceres donde el sol comienza a desaparecer luego de reflejar una enceguecedora línea en el agua durante algunos minutos. 

El atardecer es una espectáculo que nadie quiere perderse. Cuando digo nadie, es literal. Casi toda la gente de la isla se acercaba a realizar diferentes actividades con el atardecer como estrella. Había algunos que realizaban cabalgatas sobre el mar, otros que aprovechaban la hamaca rosa que está frente al hotel para sacarse fotos. Los más relajados se acomodaban en un sillón del bar y se pedían algo delicioso para tomar o comer. Los fotógrafos ponían sus trípodes, algunos volaban sus drones y los más amateurs sacaban sus celulares para fotografiar el ocaso.

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El cielo y el infierno

Sin importar el tipo de atardecer, en la playa siempre comenzaban a verse fogatas arder con la caída del sol, como queriendo prolongar el fuego del cielo o simplemente como un campamento de verano. Es que eso son las islas Gili, un gran campamento de verano, donde todo es relax. Donde el atardecer se resiste, pero siempre la noche logra su cometido y llega. 

“Esos atardeceres son fabricados” le dije a Car.

Y si, la Gili T es una máquina de fabricar atardeceres.

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El cielo refleja en mar… o es al revés?