Casi por casualidad, sin siquiera tenerlo en el plan original, llegamos a una Toulouse en ebullición. Justo entre el día de la Bastilla y la final de la copa del mundo. Entre la visita a Barcelona y nuestra siguiente reserva en Burdeos teníamos tres días en los cuales no sabíamos qué hacer. Todos los trenes que iban a Burdeos, hacían cambio de tren en Toulouse. Entonces pensamos ¿Por qué no?



El día de la Bastilla
Toulouse es la cuarta ciudad en importancia en Francia, luego de París, Lyon y Marsella. El centro de la ciudad está lleno de locales de moda, restaurantes y cafés tradicionales. La parte central de la ciudad está dividida por el Río Garona, sobre la cual emerge el Pont Neuf, el puente que aparece en la mayoría de las fotos que salen cuando googleamos “Toulouse”.
Aquella noche habíamos llegado a Toulouse, una ciudad que nos recibía con un festival de fuegos artificiales celebrando El día de la Bastilla. El día que dio inicio a la Francia que hoy conocemos, sin reyes ni títulos nobiliarios oficiales. El día de la toma de la bastilla, se celebra en las ciudades más importantes de Francia, como diríamos los argentinos, “a todo trapo”: fuegos artificiales durante todo el día, desfiles militares y mucho rojo, blanco y azul. Una gran masa de gente en la que se mezclan turistas y locales, sale a la calle con la familia a celebrarlo. El clima estaba raro, alegre pero tenso. Al día siguiente se jugaba la final del mundial, una final a la que Francia había llegado, y eso se sentía en el aire. Como llegamos tarde, dimos unas vueltas y volvimos a dormir. Necesitábamos descansar un poco.



Recorriendo Toulouse
Nos despertamos más temprano de lo habitual, era la final de la copa del mundo, por ende, decidimos salir a recorrer la ciudad temprano. Amo Francia, está en mi sangre, en mis raíces. Hace años empecé a estudiar el idioma por placer y hoy siento que es un sueño cumplido estar ahí, hablándolo. Aquel día comenzaba a sentirme un poquito más francés que antes.
La arquitectura francesa tiene detalles muy característicos, pero como no soy un entendido del tema, solo comparo las fotos con las de nuestro viaje anterior a Paris. A simple vista se ven similitudes: hay muchos callejones, cada tanto surge una callecita cortada o una diagonal, es casi inexistente el concepto de “cuadra”. Hay también edificios bajos, con ventanales altos. Bastante seguido se ve una iglesia de fondo, algunas con un estilo romano y otras más góticas.
Es una ciudad que se camina fácil, todo está cerca. Fuimos hasta el Pont-Neuf, luego hasta la catedral y paseamos por el centro. Mientras tanto, veía cómo los bares iban armando en el exterior de cada uno las mesas alrededor de los televisores. Todos se preparaban para el gran acontecimiento. Por un momento pensamos ir a verlo al departamento, pero no podíamos perdernos la experiencia de verlo en la calle. Había una Fan Zone en el parque Prairie des Filtres, pero la policía no nos dejaba siquiera cruzar el puente: estaba todo lleno, había colmado con creces su capacidad máxima.
La Final del Mundial
Decidimos quedarnos en la calle e ir recorriendo los bares, casi todos tenían pantallas grandes que daban a la calle. Comenzamos en un bar pequeño sobre la Rue Cujas. No había lugar para sentarse, pero la suerte de ser altos nos dejó parados detrás de todo mirándolo sin problemas. Un grupo de adolescentes franceses me pidieron si los ayudaba a mover una valla de contención, no entendía bien para qué. A los pocos minutos estábamos todos subidos a la valla, como si fuese un para-avalancha de La Bombonera. Ya no teníamos cabezas cuatro centímetros debajo del televisor, estábamos en una posición privilegiada.
Cientos de personas con banderas francesas y camisetas de futbol. Grupos de amigos, familias, hombres solos, mujeres solas, policías y barrenderos. Todos pendientes de ese momento. La ciudad se paralizó, el país se paralizó.



El partido arrancó con locura, gol de Francia, se gritó como una declaración de independencia, como sí la vida dependiera de aquello. Pasaron pocos minutos y empató Croacia, las calles se volvieron un velorio por unos instantes. El aire se puso espeso, las personas se agarraban la cabeza y le daban un trago largo a la cerveza. Confusión ¿fue penal? El VAR dijo que si y Griezmann lo transformó en gol. La calle volvía a ser una fiesta, ya había más sonrisas que caras largas. Terminaba el primer tiempo mientras todos los franceses corrían al baño y a buscar otra cerveza.
Cuando comenzó el segundo tiempo ya estaban todos sentados y ansiosos. Llegó el tercer gol, luego el cuarto. Nadie les podía quitar la felicidad a los franceses. Se mostraban seguros hasta que Croacia descontó, 4-2. La tensión subía, la mayoría se mostraban eufóricos pero dubitativos. El reloj estaba por llegar a los 80 minutos, Croacia no conseguía generar peligro. El grito de campeón estaba cada vez más cerca. Corrimos con Carla desde el bar hasta la plaza del capitolio. Yo quería estar ahí, donde los festejos iban a explotar. Quería sentir el grito de campeón en esa plaza. Yo no era ni soy francés, pero en ese momento era un poquito feliz.
Minuto 90, 91. Los minutos pasaban y cada vez los franceses tomaban un mayor envión para ese grito de campeonato. Terminó. Estalló la ciudad. Francia campeona del mundo.
¡Francia Campeón!
Hordas de fanáticos entrando por todas las calles a la plaza del capitolio. Tal vez el festejo no era tan efusivo como si hubiese salido campeón un sudamericano, no veía rostros llorosos, no había abrazos infinitos que desahogan penas propias y ajenas, no había cánticos contra los clásicos rivales. Solo dos cánticos se oían: “Allez les bleus” y “On est les champions”. Algo tan simple como “Vamos los azules” y “Somos los campeones”. Los cánticos no duraban más de diez segundos y se apagaban. ¿Será que así se celebra una victoria deportiva? Nos puede parecer frio, amargo, casi que pensamos que no se lo merecen, pero ellos son felices, mucho más de lo que nos imaginamos. Nosotros tal vez lo tomemos como una guerra y no como un evento deportivo (me incluyo en ese fanatismo). Algo para pensar.
Pasaban las horas y seguía viendo familias yendo a festejar a la plaza, la gente podía estar un poco alcoholizada pero no había desmanes. Un grupo de jóvenes se abalanzaba hacia la policía, una policía seria con cara de pocos amigos. Cuando pensé lo peor, me di cuenta que estas personas solo fueron a abrazarlos y a festejar con ellos. Ambos sabían que los oficiales estaban de servicio y le brindaron una muestra de felicidad y gozo.
Volví al departamento y seguía escuchando las bocinas y los festejos, realmente me daba un poco de envidia ¿Sana? Me senté a escribir este post y mientras lo hacía me di cuenta que no había sacado ninguna foto del momento en el que Francia salió campeón. Agarré mi cámara y salí esperando que aún los franceses estuvieran celebrando.
¿Celebrando? La calle era una fiesta, miles de banderas, gente tirándose al agua en cada fuente o charco de la ciudad. En la plaza del capitolio había bengalas, banderas, cánticos y, sobre todo, muchas remeras de fútbol. Familias, parejas, personas solas, grupo de amigos, todos juntos celebraban la conquista. No había desmanes, había felicidad, había alegría, había ánimos de fiesta, una fiesta que tal vez duraría toda la noche. No era nuestra fiesta, éramos los invitados que no están en ninguna lista, los colados, pero nadie se dio cuenta. Todos posaban para la foto sin quererlo, eran parte de una gran escenografia.



El día después
Salimos el día siguiente y yo esperaba encontrarme con una ciudad sucia, como con resaca. La suciedad de una disco luego de toda una noche de baile, alcohol y descontrol. Pero no, la ciudad brillaba nuevamente. La plaza del capitolio estaba impecable. Habían aspirado el piso, no se veía un solo papel, ni un pegote del alcohol derramado, nada de nada. En París hubo un poco de lio, pero en Toulouse no había pasado otra cosa mas que un festejo. Era lunes, un lunes de cualquier ciudad del mundo. La gente iba a trabajar, los comercios abrían en los horarios estipulados.
El día estaba ideal para recorrer, ya no hacía calor, ya no nos distraía ningún evento, era el último día y no lo íbamos a desaprovechar.


