La escritura de viajes cuando no se está en viaje.

Dos años sin subir contenido es mucho tiempo. Lo es en esta era en la que pareciera que todos tenemos que ir al ritmo del algoritmo de turno.

Durante los últimos dos años me castigué por no haber escrito lo suficiente durante “el viaje largo”, como le llamamos a los dos años de viaje ininterrumpido.

Aunque haya usado, y mucho, el teléfono de línea, aunque de niña he mandado cartas por correo postal, aunque sea de la generación que para chatear por MSN tenía que ir a un ciber (si no sabés de qué estoy hablando quizás no entiendas muchas de mis emociones, de todas maneras, gracias por estar acá), como decía, aunque a mi lo digital no me haya venido incluido desde el nacimiento, calculo que soy parte de la generación que creció creyendo que cuanto más inmediato todo mejor. Soy de esa generación a la que educaron para pensar en los resultados y no tener paciencia, cuando de procesos se habla. 

Quizás por eso, durante los últimos dos años fui amasando la idea de que ya no podía escribir de viajes si no estaba viajando a tiempo completo, que no podía escribir, especialmente, de aquel viaje largo, si ya había pasado tanto tiempo.

Estoy sentada en un café en el Eixample, a dos cuadras de mi actual casa en Barcelona, un café al que me gusta venir a trabajar o a buscar inspiración. Abrí la compu y me puse a editar textos que llevan años escritos y que no nos parecen lo “suficientemente buenos” para compartir. Pero no tengo ganas de seguir editándolos. Agrego palabras, borro párrafos completos, sigo buscando excusas para no hacer lo que tengo que hacer: abrir un archivo en blanco y ponerme a escribir sin tanto filtro, sin pensar en lo que se supone que debe ser la escritura de viajes. 

Escritura desde Barcelona
Barcelona, la que hoy llamamos casa.

Hace unos meses leí el libro “La invención del viaje” de la periodista Juliana González Rivera, un libro que trata sobre “la historia de los relatos que cuentan el mundo”. Un libro que compré sin prestar demasiada atención y pensando que en él encontraría un compilado de relatos de viajes, pero donde encontré mucho más que simple inspiración.

La autora hace un recorrido por los grandes viajes de la historia, y habla de cómo el mundo se hizo conocido para quienes no viajaban gracias al relato de quienes lo hacían. Es uno de mis libros con más partes marcadas, pero hay una en particular que me quedó grabada.

En un momento, habla de tiempos. Del viaje y del post viaje, y menciona ejemplos de relatos de viajes que han resultado ser de los relatos de viaje mas famosos e importantes de la historia. Libros que han tardado años en ser escritos.

Esto lleva meses en mi cabeza, y no solo por el viaje de dos años del que aun no compartí ni la mitad de lo vivido, sino porque como comunicadora de profesión me lo cuestiono cada día: hoy la inmediatez tiene un valor importante en la comunicación, pero ¿qué pasa con los procesos?, ¿Qué pasa con los que no elegimos compartir tanto desde esa inmediatez? ¿Qué pasa con los relatos que salen a la luz meses, años, décadas después? ¿Son menos valiosos, menos verdad, menos interesantes?

¿En qué momento descartamos lo que no es en vivo y en directo?

No me quiero poner filosófica, pero últimamente no puedo evitarlo y un poco desde este lugar y con estos cuestionamientos dando vueltas en mi cabeza me vuelvo a sentar frente a la pantalla en blanco para generar contenido para este espacio.

No siento que tenga que aclararlo, pero decidí que a partir de ahora, el contenido que genere para este espacio va a ser más transparente. No porque antes haya mentido o no lo haya sido, a lo que me refiero es a que no voy a pasar cada texto por 20 filtros de autoexigencia que le vayan quitando personalidad y lo dejen perfectamente periodísticos. No.

“Siento que el viaje a Japón fue ayer”, digo cada vez que hablo con alguien de Japón. Por un momento pensé que no paraba de repetir esta frase una y otra vez para justificarme, para validar el hecho de que esté escribiendo sobre viajar a Japón casi 3 años después de haberlo hecho. Pero no, basta que mire una vez más “Lost in translation” o que hable con una amiga con la que compartimos el amor por Japón, o que mire mi carrito de cosas de papelería que me traje de aquel viaje para confirmarlo: siento que fue ayer que caminaba por las calles de Tokio sin entender muy bien qué eran y de dónde venían tantas luces.

Japón_noche_luces
Los estímulos de Tokio que aún no logro describir.

Sobre los procesos.

Decido dejar de procrastinar (uno de mis grandes objetivos de este 2022), ponerme a escribir de cero y vuelve a mi cabeza esa palabra…. PROCESOS.

Viajar tiene sus procesos, el ser humano tiene sus procesos y la escritura, tiene los suyos. Resulta al menos lógico que el hecho de escribir relatos de viaje sea un proceso complejo y no inmediato (aunque a veces sí puede serlo).

En octubre del 2018 vivimos un mes en Londres, la lavandería donde íbamos a lavar nuestra ropa tenía una mesa y sillas. Cada vez que iba me llevaba para leer y para escribir y pasaba una hora viviendo la cotidianidad, escribiendo, probablemente, sobre otro lugar y otra época, procesando lo que había pasado del viaje, sin reparar en que aún estaba en camino.

 

Londres
Lo cotidiano de una mañana londinense de domingo, inspiración para la escritura de viajes.

Al parecer, mi mente había elegido pensar que estaba quieta, construyó una rutina, se vio flotando en la cotidianidad de Shoredich.

Me levantaba muy temprano 3 veces por semana para ir a mis clases de inglés, compraba el café en un Pret, me fastidiaba por el metro londinense al que más de una vez no me pude subir por la cantidad de gente que había. Por un momento creo que hasta me olvide de cómo era la dinámica de mis viajes al trabajo en Buenos Aires.

Pero todo eso no lo escribí, al menos no en ese momento. Porque sentada en esa lavandería mi mente pensaba en aquella mañana en Filipinas, en la que acompañamos al conductor de un tuk tuk a llevar a su hija a la escuela.

Viajar, a veces te deja sin palabras, hasta que podés volcarlas en un papel. Y ese proceso, a veces lleva segundos, y otras veces toda una vida.

Hacer postes útiles, compartir las rutas y nuestras ideas de viaje es algo que seguirá sucediendo. Sé que a veces la inspiración tiene que ser bastante literal y no por nada el post de la ruta por los pueblitos de la Toscana es el mas leído de este blog. Pero Brindamos nunca quiso ser una guía Lonely Planet, Brindamos es, antes que nada, Car y Tincho compartiendo sus experiencias y eso incluye no solo a los viajes en el momento del viaje, incluye las pausas, incluye los recuerdos, incluye lo que nos pasa también cuando no estamos viajando, incluye nuestros procesos creativos, reflexiones sobre la escritura de viajes y, sobre todo, la búsqueda del viaje en lo cotidiano de nuestra propia ciudad.

 

Sabemos que los blogs ya no son el lugar más elegido del universo online, pero por ahora, sigue siendo el espacio donde nos sentimos mas cómodos escribiendo, compartiendo e incluso interactuando. Así que si lo que escribimos te inspira, te hace pensar, te genera sentimientos encontrados, si estás de acuerdo o si no y tienes ganas de dejarnos tu comentario, ¡hazlo! Trataremos de responderte lo más rápido posible.