En Escocia los paisajes son libres como un pájaro en pleno vuelo. Casi no existen los alambrados ni los estacionamientos pagos, se puede frenar donde uno desee para disfrutar la vista o adentrarse en lo desconocido. Los paisajes son salvajes, son dramáticos y me generan una adrenalina diferente a la que yo conocía. Pero ¿qué se puede encontrar en estos paisajes? Valles bañados de vegetación y estructuras antiguas de piedra cubiertas de musgo milenario. También hay montañas, cerros, montes y todas las elevaciones que existan en un libro de geografía. Hay castillos que decoran algunos paisajes, en otros, el decorado está a cargo de un lago o una laguna. Isle de Skye, aporta esa frescura portuaria de una isla fría y con acantilados que caen abruptamente al mar.
Steindhal describe su síndrome (conocida como el síndrome del viajero) como “una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando éstas son particularmente bellas”. Estoy convencido que no hay una sola obra de arte que pueda expresar una belleza superior a las Highlands de Escocia. Es allí donde yo siento el síndrome del viajero y donde disfruto ese calor que siente mi cuerpo, como un chorro de agua caliente recorriéndome de pies a cabeza. Mi percepción de un paisaje cambió completamente luego de este viaje y elevó mi exigencia. Hoy paso mis días añorando volver, tal vez para ya no verla verde, sino verla multicolor en otoño o blanca en invierno.