Estambul
Postal de Estambul

Viajar a Estambul no era simplemente viajar a Estambul. Quizás, entre tanto ir de acá para allá, este traslado no tenía que ser especial. Habíamos llegado a Mayo y sólo teníamos que tomar dos vuelos más largos que los que veníamos tomando, el trasladarnos de un lugar a otro se había convertido en nuestra normalidad. Sin embargo, en mi interior, ese movimiento que se acercaba estaba cargado de significaciones.

A continuación, una serie de ideas, pensamientos y emociones desordenadas, sin sentido, o con demasiado.

Después de todo, esto es lo que pasa en los viajes… y en la vida.

Irme de Asia

Durante los primeros días de viaje por Asia, en India, la adaptación fue lenta y difícil. Pero habiendo pasado cinco meses en el continente y habiendo conocido varios países, ya me sentía parte del continente. Cinco meses era mucho más de lo que había durado cualquier otro viaje previo. Sin embargo, cinco meses se pasan volando.

Pensar en que nos estábamos por ir de Asia me revolvía algo dentro. ¿Cómo, ya?

Quería poder disfrutar del haberme acostumbrado a lo asiático. Al calor, a la comida, a los tumultos de gente, a la contaminación de las ciudades, de los ríos y del mar. En cinco meses, el cuerpo, y la mente, se acomodan, se acostumbran, naturalizan y, ahora que lo había alcanzado, nos tocaba cambiar radicalmente nuestro hábitat.

Los últimos tres días en el continente, los únicos que estuve en Kuala Lumpur, no hice mucho más que trabajar en el blog, escribir en mis cuadernos, mirar la lluvia por la ventana y hacer muy cortos paseos, casi obligados, por la ciudad. Mi cabeza era como un monitor en reposo, por el cual no paraban de pasar las imágenes del protector de pantalla.

 

Petronas KL
Sentir que se te vienen encima – Torres Petronas

Durante esos días, en mi mente, me veía navegando por el Ganges desde los templos indios de Rajastán, hasta el Himalaya Nepalí. Cruzando miradas con unos cuantos tailandeses sonrientes, mientras volaba en globo por Myanmar, la antigua Birmania.  Buceaba por la mañana en aguas filipinas y por la tarde en indonesias. Me reencontraba con amigos entre los misterios y la historia de Angkor.

Irnos de Asia era cerrar una etapa y en esos tres días en Kuala Lumpur, yo estaba haciendo un duelo. Como quien se despide de un intenso amor de verano.

¿Hicimos bien en planear este viaje así? ¿Por qué no decidimos viajar todo el año por Asia? Hubiese sido más económico, hubiésemos viajado más lento, hubiésemos trabajado más en la página, hubiésemos, hubiésemos, hubiésemos. Llanto, discusiones, enojos, cuestionamientos, críticas destructivas. Nos arrepentíamos, nos echábamos culpas entre nosotros y nos consolábamos también.

La tormenta eléctrica con la que nos recibió la capital malaya, aportaba su grano de arena al drama. Los truenos sonaban entre llanto y llanto. Los relámpagos alumbraban el departamento entero en esos momentos en los que las discusiones cesaban y tratábamos de convencernos de que, lo que habíamos planeado, estaba bien.

La transición de llegar a Europa

Viajar a Estambul hacía que me cuestione todas mis ideas, todas mis grandes verdades. ¿Carla, no soñabas con recorrer Europa? ¿No pensaste en esta parte del viaje desde el día en el que decidieron salir de casa? ¿No hinchaste las pelotas para ir a Estambul tantas veces por día hasta que Martin se sentó con vos a buscar pasajes que confirmaran la decisión?

Honestamente, las respuestas a todas esas preguntas eran afirmativas. Y por eso, los llantos eran seguidos por risas y ojos brillosos al imaginarme caminando por algún pueblo perdido de Francia, recorriendo las murallas de la antigua Dubrovnik, comiendo pulpo en Galicia o una pizza en Nápoles.

A decir verdad, el calor y algunas costumbres asiáticas por momentos (y a la vez que me enamoraban) me agotaban. Tengo que reconocerlo, en Europa me siento como en casa. A la comodidad europea me acostumbro en pocos minutos. No digo que sea un continente perfecto, pero que muchas costumbres sean como las que tenemos en casa y que muchas cuestiones de la vida cotidiana de ciudad estén a simple vista “aceitadas”, me hace sentir cómoda.

 

Estambul barrios
Barrios de Estambul

Aunque no pasaría mucho tiempo sin que empiece a extrañar los noodles, el calor, los tuk tuk y el picante, las ganas de recorrer el continente de mis antepasados latían cada vez con más fuerza. Mi cabeza estaba repleta de historia y costumbres asiáticas. Sin embargo, poco había recorrido los países responsables de que la argentina sea lo que supo ser: un mix de europeos en busca de un futuro mejor.

Tampoco el objetivo de mi viaje por Europa era visitar los pueblos donde mis bisabuelos nacieron y se criaron. Lo que yo quería era aún más simple: vivir en esos países que se mezclaron como acrílicos en la paleta argentina. Jugar a identificar qué aspectos de nuestra sociedad heredamos de cada uno y cuáles otros construimos.

Habían pasado cinco meses desde que salimos de casa, y nunca antes había estado tanto tiempo tan lejos de mi familia. Lo que los extrañé desde el primer día, es algo que aún me cuesta explicar. Quizás, solo quienes tienen una relación muy cercana a su familia puedan realmente saber de cuánto les estoy hablando. Si es que ese sentimiento puede ser de alguna forma mesurable. Pisar cielo (suelo)* europeo, significaba también, que faltaban muy pocos días para volver a vivir unas “vacaciones con mis papas” y de sólo pensarlo, los hoyuelos de mis cachetes quedaban ahí, hundidos por horas.

 

*Me releo y veo que escribí cielo, en vez de suelo. Lo dejo y lo aclaro. Me gusta la idea de que no sólo piso el suelo, sino que vuelo los cielos y navego los mares. Conocer el mundo en todas sus formas y en todos sus planos.

Sobre conocer Estambul

Galata Tower
Apreciar la luz del atardecer en el Bósforo – Torre Galata

Me cansé de escuchar frases como “En Estambul hay muchos atentados terroristas”, “Estambul es peligroso”. Frases de personas que, en el mejor de los casos, solo habían visto alguna que otra foto de la ciudad. O lo que es peor, las imágenes que los noticieros y periódicos muestran si sucede una desgracia. No, lo real era que en Estambul hubo atentados terroristas, como lamentablemente los hubo en muchas otras ciudades de Europa. Ciudades que estaban en la lista de lugares a visitar en este viaje, fijos, sin tambalear ni un segundo. Entonces, por qué iríamos a Paris, a Barcelona, a Manchester y no a Estambul.

Encontrar un vuelo barato logró lo que no logró nuestra, considerada por otros, “mente abierta”: dejar los prejuicios de lado. Decidí permitirme dudar de lo que conocía por medio de medios de comunicación y de personas que, en verdad, nunca habían pisado suelo turco.

Estambul era una ciudad que hacía tiempo quería conocer. No sé por qué. Intento pensar más en profundidad qué sensaciones tenía cada vez que leía sobre Estambul. Aunque a veces no necesitamos un motivo o el motivo nos encuentra a nosotros durante el viaje, creo que mi deseo venía por la intriga que me generaba conocer una ciudad que es de dos continentes. Una ciudad que es de Asia y es de Europa. Que veía única, con su propio estilo, sus propias costumbres, bien definidas.

Todo eso estaba en mi imaginario y aparecía cada vez que alguien me contaba que viajaría a Estambul. Haciendo crecer mi intriga y mi deseo.

Estambul

Estambul Sofia
Santa Sofía: Basílica, mezquita, museo. Para mí, lugar de calma.

Llegamos a Estambul. Aterrizamos durante el atardecer en Ataturk. Nunca antes había visto tanta gente yendo, viniendo y permaneciendo en un aeropuerto. El hall de entrada olía a muchas personas reunidas en un lugar cerrado y sin ventilación de ningún tipo. La temperatura no era un calor de verano, pero el clima se sentía húmedo, pesado. Después de muchas horas de viaje y con un JetLag que se hacía notar, solo pensaba en darme una ducha y acostarme en sabanas limpias.

 

Primera Impresión

pescadores bósforo
Bósforo cotidiano

Sinceramente, llegue a la ciudad sin tener muy estudiado su mapa. El taxista tomó una avenida que parecía ser bastante principal. Nos llevaba directo desde el aeropuerto hasta la ciudad antigua. Era de noche, y a pesar de que, por la oscuridad, no podía ver el agua, distinguía que ese camino era una costanera. La vereda eran casi diez metros de césped que, al parecer, funcionan como lugar de encuentros. Parrilladas, partidos de futbol, grupos de entrenamiento, caminatas y plazas de juegos para chicos. Parejas, grupos de amigos, familias enteras, estaban ahí esa noche, viviendo un sábado cualquiera de primavera.

Avanzábamos mientras me sorprendía por lo parecida que me resultaba esa escena cotidiana a tantas tardes primaverales argentinas. No necesité preguntarlo. Hay algo en los hábitos y costumbres que al verlos nos dice que eso se repite una y otra vez, en este caso, cada fin de semana.

 

De colores y sabores

lamparas turcas
Luces y colores de Estambul

El taxi giró, la avenida se transformó en una calle empedrada, y el cálido, pero nada especial alumbrado público se transformó en cientos de lámparas de colores. De golpe las calles estaban repletas de bares y restaurantes. La mayoría con sus mesas armadas en las veredas, con manteles y almohadones típicos. Si hay algo que no le puedo pedir a Estambul, son colores. Los tiene todos.

Cada bar tiene en la puerta a un representante, su mejor vendedor, el que puede identificar tu nacionalidad a una cuadra de distancia y hablar el idioma que sea necesario para convencerte de que su humus es perfecto, su comida es la más turca y deliciosa, y de que allí podrás fumar de la mejor Narguile de la ciudad.

Ciudad que suena a rezo

Mezquita azul
Mezquita azul

A decir verdad, los llamados a los rezos de las mezquitas que tanto maravillan a los recién llegados de países mayoritariamente católicos, a mí ya no me sorprendían. Ese primer contacto, esa primera erizada de piel, la había tenido meses atrás viajando por Rajastan (India). De todas maneras, tengo que reconocerlo, los llamados a los rezos de las mezquitas me sacan una sonrisa y me hacen suspirar. Tienen algo de pasión y fe que se transmite. Y yo, absorbo lo que se transmite con sonido, de manera intensa. Lo recibo con los oídos, pero lo absorbo con el cuerpo entero.

A los llamados de las mezquitas los siento en la piel, como a la voz de Whitney Houston en la canción del guardaespaldas. La diferencia es que los primeros, no me hacen querer cantar a gritos en la ducha.  Los llamados a los rezos me hacen escuchar con atención y respeto, me inspiran, me hacen cerrar los ojos y respirar profundo, lento y suave.

Mi emoción no tiene que ver con la religión, tiene que ver con admirar las diferentes formas que puede asumir la fe y con el sentimiento con el que se llevan a cabo las cosas.

 

Felinos que custodian

gatos Estambul
Gatitos que controlan la ciudad

Desde que supe que iríamos a Estambul, intenté no mirar fotos y no leer demasiado sobre otras experiencias. Quise ir, sabiendo lo justo y necesario. Por eso, no sabía nada sobre la cantidad de gatitos en las calles de la ciudad antigua. Esa fue una de las primeras impresiones que deje asentadas en mi cuaderno de viaje.

Durante los días que estuvimos en la ciudad, me propuse prestar especial atención a los gatos que deambulaban y permanecían en las calles de la zona donde nos hospedábamos. Solía haber un promedio de seis (si no más) por cuadra. Todos gorditos, limpios y sanos. Madres con sus gatitos bebes y padres que iban y venían. Se veían como pandillas que controlaban el orden y la tranquilidad del lugar. En algunas de esas pandillas, distinguir los roles era una tarea fácil.

especias Turquía
Los sabores de Estambul nacen acá

Esa noche en la que llegamos, nuestra primera conexión con el país fue a través de los sabores. La mañana siguiente, bastó con salir a la terraza, escuchar las mezquitas y sentir el fresco aire del Bósforo en mis mejillas para sentir la conexión con Estambul y la tranquilidad de haber derrotado más prejuicios. El duelo asiático quedó lejos, se desvaneció durante las horas de vuelo. El traslado de las mil emociones terminó con la llegada a una ciudad que se quedaría en mis retinas para siempre.

Viví Estambul sin miedo, probando sus sabores, oliendo sus especias, riendo con su gente. Admirando su personalidad, que no parece ser asiática, ni europea. Es Estambul, esa ciudad que aún no puedo comparar con ninguna otra que haya conocido. Y que, a decir verdad, espero no poder hacerlo nunca.

tranvía Estambul
Centro moderno, tranvía histórico

 

Info útil:

Air Astana: aerolínea de bandera de Kazajistán. Suele tener excelentes tarifas Kuala Lumpur – Estambul, con una pequeña escala en Almaty, siempre y cuando se compren con bastante anticipación (al menos dos meses). El servicio es excelente, equipajes y comidas incluidas. Neceser de regalo. Lo mencionamos porque a veces uno deja pasar oportunidades por no conocer las aerolíneas. Nosotros cuando vimos el pasaje tan barato investigamos las calificaciones y comentarios de la aerolínea y nos convenció.

Taxis Estambul: funcionan SIEMPRE con taxímetro y las tarifas son muy bajas. Desde Ataturk, hasta la ciudad antigua de Estambul (a 300 metros de la mezquita azul) pagamos 25 Liras (Menos de 5 dólares)

Chip con datos TURKCELL: la compra se puede hacer en el aeropuerto. Se debe presentar pasaporte ya que existe un control gubernamental de las líneas y usuarios.