Conocer las ciudades subterráneas, volar en globo, sentarme por horas a ver paisajes casi lunáticos, caminar entre las casas de piedra, ver uno de los amaneceres más escénicos del mundo. Para todo eso yo quería ir a Capadocia, para seguir cumpliendo este sueño.

Capadocia es una región histórica de Anatolia Central, en Turquía. Actualmente abarca parte de las provincias de Aksaray, Niğde, Kayseri y Nevşehir (las ultimas dos poseen aeropuerto). Arribamos al aeropuerto de Nevsehir, a tan solo cuarenta minutos de la ciudad de Goreme. Goreme esdonde se debe dormir si se quiere disfrutar de la región de noche y de día.

El trayecto del aeropuerto a la ciudad muestra una parte del paisaje, pero no todo, es la muestra gratis, el prefacio de lo que va a ser. El paisaje se mantenía árido, con gamasde colores marrones claros,desde color hueso a beige. A medida que nos acercábamos al hotel, la llanura iba quedando detrás. Los cerros, las colinas y demás elevaciones iban ganando terreno. Íbamos en bajada, lentamente entrando a un pozo, a un valle.

Bajé de la camioneta y la primera e inevitable acción que tuve fue girar 360 grados sobre mi eje para contemplarlo, para entenderlo. Fue, tal vez, el sentimiento de incredulidad de aquello que estaba ante mis ojos lo que me llevó a hacerlo.

goreme
La ciudad de Goreme

Me sentía en medio de una película, creía estar en la edad de piedra, o simplemente visitando otro planeta. Es un paisaje lunar. Las altas piedras de diferentes formas, todas desparramadas, algunas con ventanas, puertas. Otras simplemente ahí, desafiando la gravedad.

¿Acaso viajé en el tiempo o estoy en medio de la película de los picapiedras? ¿Dónde están Pedro y Pablo?

Entre las rocas gigantes comenzaban a surgir ventanas, puertas, terrazas y balcones, como quien agarra arcilla o plastilina y construye una casa haciéndole agujeros. Hoteles de lujo, casas, restaurantes, posadas. Todo había sido construido dentro de las piedras. Todo formaba parte del lugar. Nada desentonaba. Era un gran bloque de piedra que parecía haber sido tallado por la maquina de algún gigante, divirtiéndose, creando una maqueta de arcilla.

Dejamos las cosas en el hotel y salimos a recorrer. Los minutos pasaban y mi cara de sorpresa no cambiaba.

“¡Este paisaje es tan diferente a todo!” dije. “Y pensar que creía que iba a ser difícil seguir sorprendiéndome”

Por un momento pensé que ese lugar había sido armado para una serie de TV, que tal vez no fuese real.

piedra
La ciudad de piedra

Cuando la sorpresa le comenzaba a dar paso a la costumbre, la historia volvió a dar un golpe. En uno de las paradas del primer tour, el guía nos contó que, hasta hace no más de treinta años, esas rocas en medio de la nada, estaban habitadas por personas, por turcos. Por ciudadanos que hoy siguen intentando incorporarse a la sociedad como una persona mas.

Tuve la gran idea de hacer la cuenta y darme cuenta que cuando yo nací, ellos aun vivían ahí. Hay templos, castillos, ciudades enteras talladas en piedra. Hay fortalezas casi impenetrables, como el caso de Selime que resistió la envestidas de Mongolia y sus grandes khanes.

LLEGAR EN RAMADAN

El centro de la ciudad de Goreme se había convertido en un gran comedor. Una mesa larga que parecía no tener fin se ubicaba a los pies de una mezquita. Era Ramadán, y cuando el sol bajaba, cientos de fieles se acercaban a saciar su sed y su hambre. En cuestión de minutos la mesa volvía a estar desolada, como si un vendaval se hubiese llevado todo.

Las torres de sonido convertían la ciudad en un gran teatro religioso, donde la estrella principal eran los llamados a los rezos musulmanes. No soy creyente, tuve educación católica, pero me considero ateo. Sin embargo, escucho las oraciones musulmanas y la piel se me eriza. Esos gritos, como lamentos, se cantan con tanta fuerza y alma que dudo que haya una persona en el mundo que no se emocione. A Car le había pasado lo mismo en Estambul (ver post).

CIUDAD SUBTERRANEA DE DERINKUYU

Turquía fue durante siglos, el paso entre Asia y Europa, tanto para comerciantes como para ejércitos, y Capadocia no escapaba de esto. Durante muchos años el pueblo sufrió ataques y robos de los ejércitos que pasaban por ahí. Así fue como, luego de varios años de trabajo, construyeron ciudades subterráneas para poder sobrevivir cuando los ejércitos arrasaban sus tierras. Aprovechando el suelo rocoso, diseñaron ciudades enteras bajo tierra. En estas pasaban entre dos semanas y once meses, esperando que los ejércitos sigan de largo.

Las veces que durante los meses anteriores al viajepensaba en Capadocia, me venia a la mente los dibujos sobre la ciudad subterránea. 85 metros de profundidad fueron cavados durante uno de los actos de supervivencia más extremos que alguna vez imaginé.

Capadocia
Ciudad subterránea

“No se asusten que adentro hay oxigeno” dijo el guía. Era el momento exacto para comprobar si era o no claustrofóbico. No hay pensamientos ni razonamientos suficientes que puedan imaginarse a una persona viviendo por once meses en este lugar. Frio, oscuro, sin privacidad, sin actividades para realizar, sin ver el sol ni la luna, sin sentir el viento ni la lluvia.

Al entrar, un escalofrío recorrió mi espalda, una sensación de encierro que no sentí ni en los túneles de Cochi. Sin importar el tamaño de la cueva, a medida que entraba la sensación se iba acrecentando.

¿Cómo puede ser que cientos de familias podían pasar hasta once meses encerradas en pequeñas habitaciones bajo tierra? Aun que el guía nos decía que tenían oxigeno y que estaban acostumbradas, yo no creí que fuese completamente cierto. Las condiciones eran extremas. Para corroborar que no era tan cierto,unos metros más adelante vimos el cuarto que usaban para encerrar a los que enloquecían. Los ataban contra una columna de piedra, hasta que la persona volvía en si mismo o… moría en el intento.

Así que ahí estaba, bajé uno, dos, tres pisos, hasta que perdí la cuenta. Los pasillos se volvieron cada vez más estrechos, hacía cada vez más frio, se hacía cada vez más difícil caminar con la cabeza gacha.Pero seguí caminando, vi carteles que decían “cocina”, “confesionario” y “despensa”, entre otros. No podía imaginarme como puede haber funcionado algo así en esos rincones. Llegué hasta el punto más bajo y leí “salida”. A partir de ahí, es todo cuesta arriba, hasta la salida a la superficie. Salí y el sol no me dejaba abrir los ojos. Pensar que solo estuve una hora ahí abajo.

Los pasillos angostos de la ciudad subterránea

VOLAR EN GLOBO

En el año 1991, el gobierno autorizó en Capadocia el vuelo en globo. Fue una medida para fomentar el turismo, ya que la región aun no era tan conocida y los gobernantes sentían que con esto podían acelerar el crecimiento turístico. La medida fue un éxito, y hoy salen más de cien vuelos diarios (siempre y cuando el clima lo permita).

Ya había volado en Globo en Bagan. Aquel sentimiento de temor e inquietud que me dio al hacerlo por primera vez se transformó en el deseo de estar en ese momento arriba del globo.

Para volar es necesario que el día esté despejado y no haya viento. Tal vez no sintamos el viento en tierra firme, pero el viento que más importa es el que esta a más de 500 metros de altura. Por eso, los globos deben tener la autorización gubernamental cada mañana, que les confirma si las condiciones son óptimas o no para volar.

Me asomé por la ventana y vi el cielo despejado, eso acumuló emoción. La combi nos pasó a buscar 4.30 AM. Antes de ir al lugar del despegue, te llevan a desayunar mientras esperan la autorización de vuelo. Esto es siempre así, sin importar el día. Tuvimos que esperar más de una hora para que autoricen el vuelo, esto hizo que amanezca antes de que podamos subirnos al mismo. Puede pasar que salga tarde o que, directamente, no salga.

Para nuestra grata sorpresa, el piloto era un conocido, el dueño del hotel donde estábamos quedándonos. Sabíamos que era piloto pero no que sería nuestro piloto. Al momento que fuimos, era uno de los pilotos más experimentados de la zona y eso iba a quedar claro unos minutos después.

El globo comenzó a elevarse a la par de los demás. La vista me hacía sentir en una maqueta, en un cuadro o en un fotomontaje. Ciudades construidas con rocas, mezcladas con el verde de las decenas de viñedos que hay en Capadocia y con más de cien globos de diferentes colores en el aire. Me volvió a pasar lo mismo que en Bagan, me sentí chiquito, sentía que era un grano de arena en la inmensidad que es el mundo visto desde arriba. Volar en globo es como suspenderse en el aire, no se mueve, no se balancea, es firme y calmo (siempre que se respete las condiciones climatológicas correctas).

El piloto comenzó a valerse de su experiencia y le dio más llama al globo. Subimos, 700, 800, ¡1000 metros! No veíamos ningún otro globo a la misma altura.

“Hoy somos los que más alto volamos, el resto no llegó ni a 800 metros, nosotros estamos en 1000”, dijo confirmando nuestra teoría.

La vista aérea era digna de estar en el mejor atlas del mundo. Las figuras geométricas que forman los diferentes campos me hacían pensar en la posibilidad de que hayan sido diseñados adrede de esa manera. Cada rectángulo con su color diferente, dejándolo similar a una hoja del Pantone.

Bajamos con la felicidad de haber cumplido, de haber visto desde al aire cada rincón de Capadocia. De haber dado un paso más, en este camino de sueño que decidimos seguir.

Los paisajes lunares de Capadocia

Capadocia tiene historia y aventura. Desafía el razonamiento de la persona más lógica y te mantiene en un estado de sorpresa y descubrimiento constante. Voy a estar eternamente agradecido de haberla conocido.

Amanecer en Capadocia